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Aburridos por un simulacro de partido

Los azulgrana, en semifinales de la Copa de Europa con su victoria ente el Galatasaray

Ramon Besa

Quizá si hubiera sido un partido de pago habría resucitado aquella peña llamada Que ens tornin els calés (Que nos devuelvan el dinero). Fue, ciertamente, un partido de estraperlo. El Barça no fue el Barça (Cruyff cambió la alineación). El Galatasaray no es un rival, sino un amigo (no ha marcado un solo gol en todo lo que va de Liga). El resultado no importaba (les bastaba a los azulgrana con el empate, el mismo marcador que necesitan conseguir en Mónaco para ser primeros de grupo A y jugar en casa la sernifinal). Y los socios, que no pasan por taquilla, estaban con sus cábalas (que si es mejor evitar al Milan en la semifinal, que si ojo con el Oporto, que los portugueses no nos van, que si no hay derecho a tener que jugar la final en Atenas). Poca tensión competitiva y mucha comedia.Fue un simulacro de partido. El colectivo de Cruyff despachó las contienda como si fuera un funcionario. La tramitó con una mueca decorativa (tres goles) y dejó que el expediente lo resuelva la autoridad competente, que en este grupo es el Mónaco. No hubo más. La alineación delató, de entrada, el poco interés que tenía el banquillo azulgrana por tal contienda. Pendiente de Lérida y de Mónaco justamente (ocho jugadores están apercibidos de suspensión), el técnico barcelonista mandó a Guardiola para casa a Bakero le dejó en el banquillo, y Stoichkov (como búlgaro caliente que es no le caen bien los turcos) ejerció de directivo (se sentó en el palco). Y aparecieron en la cancha Begiristain, Laudrup y Quique Estebaranz.

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La cautela de Laudrup

Resultó un equipo muy nuevo que transitó a velocidades distintas. La falta de un conductor reconocible por todos hizo que cada uno metiera la marcha a su gusto. Iván barría con mucho ritmo, Amor le daba más recorrido al cuero, Begiristain buscaba el camino más corto. La falta de unidad abocó a un choque sincopado. El primer cuarto de hora fue terrible. Iban todos a todo trapo. Y todos por la izquierda. Hasta el público empujaba a jugar por donde paseaba Laudrup. El flanco derecho quedó reducido a un monólogo de Quique Estebaranz con la desgracia. Perdido, desplazado y huérfano, el extremo pifió cuantas bolas le llegaron.

Los piropos fueron para Laudrup. Todos jugaban para que el danés forzara el uno contra uno y mostrara todo su repertorio de engaños. Laudrup, como diría Cruyff, distrajo a un público que le pide que no se vista de blanco. Sólo había otra alternativa que no fuera correr el cuero para Michelino: el zapato de Koeman. El holandés largaba su tiralíneas hacia la ventana del área y allí, de espaldas al marco, el ariete (preferentemente Romario o Txiki) tocaba para la llegada del centrocampista de segunda línea.

Llegó así el primer gol, un par de tuyas-mías nada despreciables y poco más. Pasados 15 minutos, el campo se llenó de humo, la charanga no paraba y el partido resultaba muy espeso. Y todos, eso sí, metiéndose con Quique Estebaranz, al que le daba igual jugar con 10 que con 20 a su lado, porque actuaba sólo contra el público.

Quique tuvo que irse, aburrido, y el choque se calmó. Zubizarreta, muy con centrado todo el rato, sacó sus manoplas para frustrar un remate de Hamza con el mismo aplomo con que le hurtó un balón de gol a Hakan a la media hora. La seriedad del guardameta vasco hizo que Laudrup pudiera forzar a su antojo el dos a cero y cerrara cualquier suspense en el marcador. Los turcos fueron, al fin y al cabo, una delicia. Llegaron disfrazados de músicos de una orquesta de fiesta mayor -americana roja, pantalón gris y camisa y corbata amarillas- y se fueron sin que nadie les hubiera hecho caso.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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