"Como ciudad, Madrid te pilla"
Es imposible que Alfonso Vallejo llegue tarde a trabajar. Vive, literalmente, a un tiro de piedra de la Sala Olimpia, en la plaza de Lavapiés, y podría salir de casa cinco minutos antes de alzarse el telón de Nosferatu, si no fuera porque su personaje, como todo el reparto, necesita una entretenida y minuciosa caracterización que realiza él mismo, pincel y borla en mano, a base de maquillaje. Este gallego de nacimiento y asturiano-madrileño por empadronamiento tiene 45 años, es actor de profesión, aunque también escribe y dirige espectáculos infantiles. Llegó a Madrid para aprender algunas técnicas teatrales, y a, duras penas aguantó, como oyente 15 largos y aburridos días en la entonces rancia y reaccionaria escuela de arte dramático. Historias necesarias de la mano de grupos como Tábano, Goliardos, Joglars en Barcelona, Esperpento en Sevilla o Akelarre en Bilbao, y Alfonso Vallejo se rinde ante la evidencia, "vine para un par de meses, pero esta ciudad te pilla. Aquí encontré libertad personal y pelea colectiva". Ha sido el inolvidable Don Pinpón de aquel Barrio Sésamo y luego un extraterrestre, Aastrako, en Los mundos de Yupi, en Televisión Española. Desde ayer vigila las andanzas de Nosferatu, un vampiro urbano y sarcástico que escribió Francisco Nieva en 1963 y se repone en la Sala Olimpia hasta el próximo 5 de febrero.Pregunta. Vampiros, licántropos y otros príncipes de las tinieblas, ¿tienen en Madrid sus guaridas?
Respuesta. Este vampiro urbano es un cachondo por fuera y un revolucionario por dentro. En la función se plantea la tesis de la lucha entre dos poderes, el establecido y el que dicen putrefacto, de mal vivir, el subterráneo, desde donde el vampiro planea su revolución y poco a poco se hace con el poder. El propio Nieva, al releer su texto escrito en el 63, pensó: "Esto es un disparate". Yo no sé si en Madrid hay vampiros, pero en las noches de luna llena me siento muy diferente. En la obra soy el Gran Marcial, una especie de ministro del Interior.
P. ¿Modelo gobernación o patada en la puerta?
R. En el fondo, tan sólo un pobre diablo. Un tipo enamorado de su reina que jamás conseguirá ese amor, pero que al mismo tiempo siente debilidad por el vampiro. No es comparable a ningún político actual.
P. Vampiros y dinosaurios, ¿guerra de modas?
R. Personalmente prefiero a los vampiros y no he visto la película Parque Jurásico. Seguramente no soy nada objetivo, pero Nosferatu es un espectáculo muy interesante, con una puesta en escena muy elogiada, muy sorprendente.
P. En Madrid, casa con dos terrazas... mala de guardar.
R. Me gusta Lavapiés, pero te confesaré que anduve mucho tiempo detrás de un ático precioso en la plaza de Santa Ana, que al final se quedó William Layton (director teatral).
P. ¿Qué hay de su trayectoria en los espectáculos infantiles de teatro y televisión?
R. Pues que aún sigo haciendo funciones fuera de Madrid, la última, escrita a partir de la lectura de un relato de Rohal Dall. El teatro infantil es muy difícil de vender. Incluso en televisión hubo un tiempo en que los espacios para niños se hacían con el dinero que sobraba de otros proyectos.
P. Hábleme de sus noches de billar en los bares del barrió de Malasaña.
R. Son una prolongación de mis tardes de chaval en Gijón, donde aprendí a jugar al billar francés, el de carambolas. Dominando esa modalidad, el billar americano resulta facilísimo. Yo digo siempre que éste es un juego donde a veces se pierde y normalmente se gana, que es mi caso.
P. Un juego que, al menos en Madrid, ha vuelto por sus fueros.
R. Estuvo en decadencia con la llegada de los videojuegos, pero la historia es cíclica. Vuelve la moda de los sesenta, la música de los sesenta, el ocio de los sesenta... Pero el billar, además, sirve como prueba psicológica, es un termómetro de tu estado de ánimo.
Aquelarre y noche negra de Nosferatu. En la Sala Olimpia. Plaza de Lavapiés, s/n. Hasta el 5 de febrero. De martes a sábados: 20.30 horas. Domingos: 19.00 horas. 1.500 pesetas.
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