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El Rayo sobrevive a la visita del líder

El brasileño Bebeto malgastó toda la munición del Deportivo en Vallecas

Bebeto no quería jugar en un día tan señalado y, en realidad, no lo hizo. Saltó al campo, dejó un taconazo soberbio en su primera intervención y se esfumó. Fran y Claudio se empeñaron en recuperarle, pero el brasileño no estuvo por la labor: le pusieron tres balones de lujo y los mató todos. El Deportivo lo pagó caro. Sumó un punto y se mantiene en la cabeza de la Liga (el Barcelona le puede alcanza gana en Gijón), pero desaprovechó una victoria que, por ocasiones, mereció.El partido no fue bueno. Empezó que daban ganas de irse. Nadie estaba a gusto. Ni los jugadores, ni el público. Pesaba demasiado el ambiente navideño, los turrones y los villancicos, como para preparar una escena adecuada para una noche de fútbol. Era una situación rara, que derrumbó el espectáculo. El choque nació frío y con el paso ole los minutos fue perdiendo más temperatura.

La estrategia del Deportivo contribuye al descenso de grados. Al principio, sólo se asoma. Ni de lejos enseña el armazón de líder. En esa fase inicial se limita a no dejar jugar al contrario, a ponerle sobre aviso de su auténtico fuerte: la eficacia defensiva. Presiona con fiereza y muestra su cerrojo. Esa faceta la domina, está claro. Los números no engañan: cinco goles le han metido al Deportivo en toda la Liga y ya lleva seis jornadas sin ver un gol en contra. La portería de Liaño tiene telarañas. Cuando el rival ya tiene asumido que de marcar goles nada, por mucho Hugo Sánchez que figure entre su personal, el Deportivo se estira. Por entonces, el partido ya está en la segunda parte. Así, Vallecas vivió unos primeros 45 minutos malísimos. Sin nada que ver. Tras el descanso, aunque tan sólo durante un cuarto de hora escaso, ya vio al verdadero Deportivo. Ese del que Estudio Estadio ofrece tantas y tan buenas acciones; ése que manda en la Liga. La fórmula le suele dar excelentes resultados. Ayer, no.

Salió Claudio en la segunda parte dispuesto a todo. Le puso un caño a Miguel y dejó sólo a Bebeto. Éste andaba aún con el ánimo inverso y tiró el regalo fuera. Seis minutos después, el nueve gallego le obsequió otro caramelo: Bebeto volvió a mandarlo al sitio equivocado. Viendo el percal, Claudio decidió probar suerte por su cuenta dos veces. Wilfred desvió ambas intentonas. Cuatro ocasiones, muy claras, en diez minutos. El Deportivo malgastó así toda su munición. El Rayo tragó saliva, aceptó el perdón por cuadriplicado del líder y siguió a lo suyo. Sin hacer un gran partido, pero dejándose el alma. Sin parar de correr y peleando cada balón como si en él le fuera la nómina del mes, pero sin juego, que Pablo andaba con el día tonto. Y sólo él sabe mover al Rayo.

Cuando Pablo no se encuentra fino, el equipo se cae por los suelos y se queda a merced de Onésimo y de Hugo: de que al primero le meta en la portería su trigésimoquinto regate o de que el mexicano aparezca en el momento oportuno. Mas con defensas como las del Deportivo tan difícil resulta sacar adelante lo uno como lo otro.

El partido iba directo al empate a cero, cuando Bebeto decidió entrar en escena. Fran le colgó el balón con esa mano que tiene en su zurda, el brasileño saltó, giró la cabeza y dibujó el gol. Así habría acabado el lance de no mediar Wilfred con una intervención magnífica, de ésas que dejan la espalda hecha polvo durante tres días.

El Deportivo se fue sin dañar su candidatura al título; el Rayo, más que contento por el punto sumado, y la gente, ansiosa de volver a la escena propia del día: la del turrón y los villancicos.

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