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La frialdad gana al alboroto

La lucha del Atlético fue inútil ante un Deportivo más equilibrado y con oficio

Santiago Segurola

La fiel infantería del Atlético buscó el cuerpo a cuerpo y se desangró frente al Deportivo en un partido intenso y conflictivo, con el público encendido contra varias decisiones del árbitro. Fue un retorno a la línea heroica que condujo a la victoria sobre el Barça, pero el esfuerzo fue insuficiente para ganar al Deportivo, un equipo equilibrado, con oficio y clase. Contestó con frialdad a la calentura del Atlético y ganó el encuentro con la precisión de los equipos que miran al título.Acostumbrado a navegar en mares agitados, el Atlético se ha creado los anticuerpos para sobrevivir a todas las crisis Posibles. Esa condición de superviviente le permite encarar con ciertas garantías y alineaciones de desecho partidos de gran pelaje. Medio equipo estaba ayer en la enfermería y el otro medio con mala cara. Y en el banco, el penúltimo entrenador en la larga cadena de técnicos que ha decretado Gil. Estos desbarajustes son los que arruinan la confianza de los jugadores y derrumban los resultados. Pero el Atlético es una especie diferente. El pasado año, en un proceso autodestrucción sin precedentes, fue capaz de alcanzar su puesto en la Copa de la UEFA. Es un milagro y un estilo. Ante el Deportivo, el Atlético brindó una noche llena de coraje y ruido, con las armas que determinaron su espectacular victoria ante el Barcelona. Pero esta vez el alboroto no fue suficiente para ganar. Sólo le sirvió para comulgar con su hinchada, que agradeció tanto corazón.

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El partido con el Deportivo tenía mal aspecto para el Atlético: una alineación atada a duras penas, con algunas cojeras pronunciadas en un par de futbolistas y la presencia de un rival competente. Todos los signos previos al encuentro anunciaban lo que sucedió después. El Atlético se blindó cerca de Diego y buscó la oportunidad de vivir de las sobras que le dejó el Deportivo. Siempre estuvo la posibilidad de algún error o del contragolpe inesperado. Porque la pelota fue del Deportivo.

El Deportivo utilizó la pelota con criterio y paciencia, pero le faltó poderío en el área. Tuvo su juego algo de gaseoso, un fútbol más aparente que real en muchas fases del partido, traducido todo en las escasas llegadas al área del Atlético. Un remate de cabeza de Bebeto golpeó el larguero y un tiro cruzado de Claudio fueron las credenciales del Deportivo en la primera parte. El Atlético encontró pocas ocasiones para comprometer a Liaño. Casi siempre rastreó los fallos de los defensores gallegos para producir sus escasas oportunidades. La mejor vino en un fallo de Liafio en el juego con el pie, una deficiencia de moda entre los porteros españoles.

La contestación del Atlético en la segunda parte fue más ruidosa. Apeló a un juego físico, muy entregado. El Deportivo se sorprendió un poco ante la propuesta de los locales. Fútbol no había en el Atlético, pero el coraje estaba allí. Se buscaba el campo del Deportivo con un juego desesperado, un plan que estuvo a punto de funcionar. Pidió un penalti Manolo por falta de Djukic y luego cantó un gol que el árbitro anuló por el empujón del delantero rojiblanco a Donato. El Atlético quería alborotar el partido y pescar algo bueno en la confusión. Pero justo en ese momento llegó la fría contestación del Deportivo. Una jugada bien hilada por los centrocampistas gallegos acabó con el balón suelto para Pedro Riesco. El delantero adelantó un poco la pelota y Caminero llegó tarde a la intercepción. Djukic, un tipo que dictó una noche de gran fútbol, se apuntó el gol. El Deportivo estaba donde quería. Tenía el partido de su lado y a un rival que se desmembró poco a poco, con mucho espíritu y pocas ideas, un equipo desgarrado que retrata en el campo el estado de confusión que vive el club del Manzanares.

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