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El Barcelona maniata al Real Madrid

El equipo blanco no pudo con los azulgrana sólo con los aciertos de Sabonis

Luis Gómez

El Real Sabonis es un equipo de renta fija. No por sobradamente conocida su conducta cuando se aproxima alguna borrasca, sorprende que transcurrido un año y algunas caras nuevas; el vicio principal persista. Por el Barcelona sí ha pasado el tiempo: un equipo de retales ha dado lugar a un elenco de jornaleros y especialistas. Puestos en conflicto uno y otro el resultado no fue precisamente una obra de artesanía. Lo que hizo el Barcelona con el Madrid fue pura albañilería. Aislado primero, agotado después, Sabonis firmó unas estadísticas tan soberbias (37 tantos y 20 rebotes) como inútiles.Lo sucedido se entiende sin haberlo visto. Es una de esas ocasiones en que la tentación por sacar a bailar los números conduce al buen camino. Sabonis hizo lo que hizo y el Madrid perdió con nitidez. Perdió a pesar de sumar más rebotes que el Barcelona (34 por 32), tener mejor porcentaje en el tiro (56% contra 49%), disfrutar de 9 tiros libres más y sufrir el mismo número de faltas personales. A eso se le llama espejismo estadístico. Lo cierto es que el Barcelona tiró 77 veces a canasta por 51 el Madrid, perdió ocho balones por nada menos que 24 su rival. Es fácil saber quién fue dueño del partido.

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Menos contundente es el recurso a otras formas de expresión. Cabe apuntar que bien amanecido el choque, cinco minutos como quien dice de tanteo, los rostros de algunos jugadores madridistas reproducían síntomas de palidez, mirada perdida y algún que otro perceptible tic nervioso. El marcador no era como para huir en estampida (17-21), pero la mera contemplación de la mecánica defensiva azulgrana hacía presagiar que para hacerles daño había que currar y andar listo. Ni que decir tiene que a la primera contrariedad, la respuesta madridista se limitó a buscar el amparo del pivot lituano. A Sabonis se le amontonó el trabajo, tanto que durante todo el primer tiempo más de la mitad de los tantos y de los rebotes de su equipo llevaban su rúbrica. Situado el debate en esa dirección, el Barcelona siguió su camino consciente de que reducido el Madrid a las estadísticas de Sabonis, la razón aritmética estaría de su parte. Y así fue. Aito fue echando mano de sus especialistas hasta consolidar una diferencia sólida y establecer la reglas de juego que le convenían. Huyó del espectáculo y mantuvo firme su disciplina. El Barcelona de hoy en día disfruta del baloncesto de otra manera. La derrota deja al Madrid a la intemperie. Ha empezado la temporada perezoso. Ahora sufre el beneficio de la duda: Antúnez no gobierna, Lasa no progresa, Biriukov paga un cómodo alquiler por estar en el banquillo un rato, Cargol sigue siendo Cargol, Kurtinaitis no es Cvjeticanin y Arlauckas parece necesitar un traductor para jugar al lado de Sabonis. El lituano acapara la escena y justo es advertir que sin pretenderlo.

El Madrid viaja por la Liga con una etiqueta incómoda porque del Real Sabonis se conocen sus grandes limitaciones. El Barcelona no hizo otra cosa que facilitar su exposición. Sabonis sumaba y los demás restaban: bastó colocar unos cuantos ladrillos en la zona de perímetro para atascar todas las arterias del juego ofensivo madridista. Todas menos una, claro. Así que cuando la pelota llegaba a sus manos, la defensa azulgrana era un enjambre. 30 minutos de trabajo a destajo acabaron con sus energías. No cabía pedirle más la madre naturaleza: el Madrid habría necesitado de Sabonis y medio para ganar al Barcelona. Una conclusión que no cuadra.

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