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Goles de reclinatorio

Jugadores y técnicos coinciden en elogiar las características de Romario, jugador del Barcelona

Ramon Besa

La bendición de Johan Cruyff redimió a Romario da Souza de una biografía pagana. El historial del brasileño invitaba más a protegerse que a abrazarle. Parecía un tipo caduco para un plantel que comenzaba a exigir aires juveniles. Todo un veterano que estaba de vuelta del fútbol.Peleado con la selección de su país, enemistado con los jefes del vestuario del PSV -se discutía incluso por lanzar un penalti-, carne de mercancía para los directivos del club holandés y mal visto por la hinchada de Eindhoven por sus escapadas a Amsterdam -o a Río de Janeiro si convenía-, reunía las tres condiciones básicas para romper cualquier traspaso: un poco viejo (27 años) y de aspecto anacrónico (bajo, mucha cadera, patizambo), demasiado caro (600 millones de salida) y muy peligroso (tenía más enemigos que amigos) por su facilidad para sacarle los colores a cualquiera. Toda la vida ha ido de cara.

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Romario había escrito incluso su epitafio en la Navidad de 1992. El testamento decía: "El día que cumpla 29 años me retiro. El fútbol me ha convertido en un hombre rico, pero es un juego muy sucio en el que no puedes confiar en nadie. La falsedad abunda. Muchos de los jugadores, de los entrenadores y de los directivos son mentirosos. Te dicen una cosa en la cara y otra muy distinta a tu espalda. La prensa es otro problema. Un 30% de ella distorsiona la realidad, pero es suficiente para dañar la reputación de cualquiera. El PSV será mi último equipo".

Entonces llegó Cruyff. Y no hay nadie que pueda resistirse a la llamada de Johan. "Romario es el único tipo capaz de regatear en un metro cuadrado", fue el saludo del técnico al jugador cuando arribó a Barcelona, mientras la directiva echaba cuentas: "Hemos fichado a un jugador que ahora nos ha costado siete veces más que ayer [1988] cuando se lo ofrecimos a Cruyff y prefirió a Aloisío". Romario se ganó cuando menos el beneficio de la duda de los aficionados más ortodoxos. Porque lo que dice Cruyff va a misa. Hoy, cuando no se ha cubierto ni el primer trimestre del curso, Romario ofrece goles de reclinatorio. No habla, no discute, no chilla ni festeja los goles. Parece un mudo. No corre, no defiende, no lucha. Parece que camina. De golpe aparece, marca y se persigna mientras la grada babea. Parece un ángel.

La mística de Romario ha hipnotizado al seguidor azulgrana y ha devuelto la fe en el fútbol al aficionado brasileño. "Ha retornado el fútbol moleque, el fútbol de compromiso, el que arriesga y no especula", claman en Maracaná. "Es un jugador irreverente", sentencia el mismo Pelé. "No tiene miedo a equivocarse en el área". Gutis Hiddink, entrenador del Valencia y técnico suyo en el PSV Eindhoven, apunta: "Marca la diferencia. Garantiza un gol por partido".

Romario revive en Barcelona su juventud de Río: "El equipo tiene fútbol y se entrena con el balón, y no con el chándal. Hay pasión en la grada, y la ciudad tiene playa". Es un privilegiado. Todavía no conoce el banquillo, la pelota se orienta hacia su figura y en el equipo ya no hay rotaciones, sino posiciones fijas, para suerte del regate y desgracia del pase continuo. Y Romario deleita en el uno contra uno.

Le alaban sus compañeros. "Técnicamente es completo", advierte Laudrup. "Romario y Van Basten son los dos mejores en su puesto. El brasileño es mortal en los primeros cinco metros. Tiene una arrancada explosiva y luego, delante del portero, se para, se tranquiliza. No se inmuta. Métele un balón y acabará en la red".

Guardiola, el otro asistente del brasileño, resalta otro aspecto inédito: "El secreto de Romario está en su colocación. No se pone ni de culo ni de cara, sino que guarda una posición lateral privilegiada tanto para el emisor como para el receptor del cuero. Luego tiene mil trucos para controlar la bola. Es un malabarista".

Inteligencia

Le aplauden los entrenadores. "Tiene una inteligencia futbolística fuera de lo común", expone Jabo Irureta. "Su velocidad de reacción y de ejecución es letal. No ha habido defensa que le cogiera en los primeros tres o cuatro metros; sabe encarar, muestra una serenidad brutal ante la portería y ajusta el remate. Pocos de sus disparos son interceptados y pocas veces le pillan en fuera de juego. Domina todas las facetas del remate: pique, toque, disparo con el exterior, empeine, interior..., derecha, izquierda, cabeza. Huele el gol".El técnico del Racing, un especialista en el blindaje, no adivina todavía la silueta del marcador perfecto para Romario. "El brasileño es un ariete atípico: es pequeño y tiene el centro de gravedad en un punto más bajo que el de un defensa corriente. Para vigilarle se necesita un futbolista rápido, sereno, experimentado, de movimientos coordinados, que sepa medir su entrada y evite la precipitación que provoca el regate en corto de Romario", esboza.

La grandeza de Romario es que domina tanto el balón como a su adversario. Él ya sabe dónde está el portero cuando recibe el esférico y actúa en consecuencia. No es como los otros delanteros, que controlan la pelota primero y después deciden qué hacer en función de la ubicación de los contrarios. Romario recibe, decide y ejecuta en una sola acción. Es hábil, sereno y preciso en los movimientos finales. Humano también, pues falla como mortal. Pero es todo un especialista preparado sólo para rematar. Y el Barça, lo agradece.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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