El Atlético de los buenos tiempos
Los goles de Pedro, Manolo y Luis García eliminan al Hearts escocés
El Atlético se sacó una victoria apañadita. Recurrió al esfuerzo más que a la brillantez y le bastó para quitarse de encima con decoro al modesto Heart. Con un resultado luminoso (3-0), despejó todas las dudas que le suelen acompañar en sus viajes por la Copa de la UEFA: sus precedentes en este torneo no le eran nada bondadosos. Fue bastante. El triunfo del Atlético dejó encendida a su hinchada a tres días del derby ante el Madrid. Corren buenos tiempos a orillas del Manzanares.No inició el partido el Atlético por buen camino. Dejó que los muchachos escoceses se llevaran la cita a su terreno, con el balón alejado del suelo y el juego roto con continuas faltas. Aceptaron equivocadamente los rojiblancos el guión: se metieron en el cuerpo a cuerpo con el rival y salieron perdiendo. El centro del campo no existió y el balón viajó por los aires de área en área. En un lado, López (pletórico de fuerza y raza) y Caminero, de cara, contra la corpulencia de Fahanu. En el otro, tres torres escocesas, McLaren, Leven y Hogg, se cebaron en las reducidas dimensiones de Luis García y Kosecki. Sólo Quevedo salió airoso en los saltos.
El Atlético vivió la primera mitad ajeno a su estilo natural. Se dejó llevar por el libro británico y condenó su juego, además, a la banda derecha, la menos dotada. Por allí corrían Pizo, Quevedo y, sobre todo, Kosecki. El polaco se metió en una guerra particular que no condujo a nada. Sólo Manolo introdujo sentido al fútbol del Atlético: hacía correr el balón por el suelo. Allá abajo los escoceses se torcían.
Con el partido perdido al criterio del Hearts, la salvación del Atlético sólo podía pasar por una acción a balón parado. Así fue: Pedro sacó del baúl su zapatazo, siempre con la zurda, y abrió el paraíso. Tuvo el gol, sin embargo, un reflejo perjudicial para el Atlético: el Hearts se creció levemente y metió miedo. Un disparo de Fashanu, resuelto por Diego, agotó todas las energías escocesas.
Antes del descanso, Manolo señaló el camino por donde debía caminar el Atlético: un balón raso y vertical a la carrera de Pirri que descosió el telar montado por los escoceses. Los rojiblancos no volvieron a perder el mando más. La segunda parte, con el balón rozando el césped, ya fue para siempre del Atlético. El juego se inclinó, por fin, hacia la izquierda y fue entonces cuando apareció Pirri.
El futbolista asturiano dejó su mejor actuación desde que aterrizó en Madrid. Hizo kilómetros como el resto, pero adornados con quiebros secos, potencia en la arrancada y hasta precisión en el pase. Era el titular clásico que más interrogantes planteaba y ayer las limpió todas. Una falta postrera al larguero remató su noche destacada. Junto a él, volvieron a brillar Manolo y Caminero.
Pero esto ya no es noticia. El primero crece con los años. Podría decirse que la marcha de jugadores con nombre le ha beneficiado. Se ha cargado el equipo a sus espaldas y disfruta llenando de coherencia a sus compañeros.
Caminero es un torero. Clava su estampa en el terreno, muy vertical, y cita al enemigo. Espera a tenerle cerca, con la cornada asomando, y allí, gustándose, se luce: gira el cuerpo hacia el este y se va hacia el oeste. Posee un repertorio muy variado: sombreros, pases en corto mirando a los tendidos, envíos largos templando el balón. La parroquia, mientras, aguarda en silencio los muletazos, con el miedo en el cuerpo ante un posible error. Terminado el lance, explota a ovaciones. Caminero es Antoñete.
Fue con Pirri, Manolo y Caminero con los que el Atlético se vino arriba. Fue con ellos cuando empezó a llamar a las cosas por su nombre, a ratificar la superioridad que sobre el papel tenía respecto a los escoceses. Y a su lado, calladamente, nació un Moacir para la esperanza. Se metió el brasileño en el partido, disfrutando de los recorridos rasos del balón, y apuntó levemente las cualidades que se le presuponían. Aguantó con entereza la presión asfixiante de los escoceses, su persecución de las faltas, y asomó dotes de mando.
Tuvo veinte minutos el Atlético, los primeros de la segunda mitad, espléndidos. Sin el premio de los goles. Éstos llegaron después, con el rival entregado. Fue así como llegó el segundo, de Manolo, en una indecisión de Locke, y el tercero, de Luis García, en un regalo de Smith. Y hasta pudo haber más. Pero lo bueno del partido se había visto mucho antes, con las galopadas de Pirri, la jerarquía de Manolo y la torería de Caminero. Por cierto, Kosecki, que saboreó otra jornada de titular, más bien poco.
Los dueños, contentos
Andaban muy preocupados los dueños del Atlético. Buena parte del presupuesto, depende de la trayectoria del equipo en la Copa de la UEFA. En 500 millones de pesetas había tasado Jesús Gil, el presidente, la eliminación. En la posibilidad de no cubrir los gastos previstos, lo había hecho su hijo Miguel Ángel, el director general de la entidad, que presenció, por los nervios, el partido encerrado en su despacho. Al final, todos contentos. El equipo se clasificó y, además, mantuvo a la hinchada contenta para el inminente derby.
"Si un jugador tiene calidad y encima lucha", dijo Jesús Gil, "no se le puede pedir más. Es lo que siempre he dicho. Ha sido un gran espectáculo. El equipo se ha entregado a fondo". El presidente del Atlético destacó la labor de Moacir: "Realizó el mejor partido desde que está aquí".
Para Jair Pereira, el entrenador del Atlético, la eliminatoria fue más dificil de lo que reflejó finalmente el resultado. "No ha sido fácil", indicó, "ni muchísimo menos. Tras el 1-0 pasamos dificultades porque ellos se crecieron. Pero me gustó el Atlético".
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