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Cacería y muerte en Madrid de un pariente desterrado

A Honorio Bruno le ha costado caro no cumplir la ley gitana. Hace 20 días, los patriarcas del barrio de La Jungla, en el distrito madrileño de San Blas, le desterraron por intervenir en una pelea. El miércoles, cuando le faltaban ocho días para cumplir su condena, volvió a casa en busca de dinero. Su sentencia la dictaron veinte tiradores y tres balas mortales.Murió en el mismo poblado donde viven 50 familias, casi todas emparentadas. Los verdugos de Honorio, dicen los vecinos, eran sus primos hermanos. Ayer, algunos enterraban al fallecido. A los otros les buscaba la policía.

Madrid / 1

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