Loquillo
Hace dos años detuvo su frenético ritmo de actuaciones y dejó Barcelona, donde nació, en el barrio de El Clot. Tras vivir un año en Euskadi, ha vuelto con un nuevo disco, Mientras respiremos, que señala un importante avance en su carrera. Siempre vestido de negro, y con una estatura de metro noventa y cinco, la estampa física de Loquillo, el rocker más popular, rebelde e inconformista de este país, impone. Más de quince años al servicio del rock lo han convertido en testigo, y protagonista, de los avatares acontecidos en el seno de este movimiento musical y social. "La gente tiene una idea muy equivocada del rock: por una parte, hay quienes piensan que el rocker es un tipo duro, bastante reaccionario, con una inteligencia por debajo de lo normal, y, por otra, hay quienes creen que Mecano hace rock. Y no es verdad, ni una cosa ni la otra. Creer que Mecano hace rock es como decir que De Raimond es un cantautor. Por desgracia, vivimos en una época en que se supone que un cantante, o un grupo, cuanto más vende mejor es, y, a este paso, los conciertos se están convirtiendo en espectáculos de circo que poco tienen que ver con la música. Hace un par de años, casi únicamente asisto a las actuaciones de los cantautores porque son los únicos que tienen algo que decir y pasan de circo. Me interesa gente como Pi de la Serra, o Aute, artistas capaces de salir solos a un escenario, sin nada, con un foco para que la gente te vea la cara, y nada más, como Jacques Brel o Brassens". Las letras de su último elepé, Mientras respiremos, poseen una notable calidad. "Me interesa decir cosas. Antes, los Beatles, o los Rolling, decían cosas, hablaban de la guerra del Vietnam, o del amor libre, de cuestiones que interesaban a la gente de su generación. Ahora no es así. Ahora nadie dice nada. Estoy harto de pasearme por casas discográficas con grabaciones de chicos jóvenes que sí dicen cosas, y, ¿qué pasa?, nada, no interesan. Sólo interesa el mercado. Hace años, la crítica estaba en contra de los intereses del mercado y a favor de los creadores, ahora no. Mandan las multinacionales. Y, en semejante situación, has de tener muy claro qué y quién quieres ser, y serio, caiga quien caiga y vendas. lo que vendas".Loquillo y Los Trogloditas venden. "Nosotros llevamos muchos años trabajando y tenemos un público; pero para la gente que empieza es muy difícil. Con la dictadura franquista había una Censura política que obligaba a muchos artistas a marcharse a Francia, por ejemplo; ahora hay una censura económica, de mercado, que si no aceptas las reglas te niega la existencia".
Loquillo, nacido José María Sanz en el barrio barcelonés de El Clot, empezó en el mundo de la música a los 17 años. Primero, escribiendo en revistas como Star y Discol Exprex; después, con programas de radio en los que realizaba una labor de compilación de rock y música moderna prácticamente desconocida en la época; con el tiempo acabó por formar una banda musical. ¿Cómo ve su carrera a lo largo del tiempo? "Siempre he procurado evolucionar, y aprender. No se puede jugar a seguir teniendo 18 años, el artista tiene que madurar o se convierte en un producto falso. Cuando dejé la radio para formar un grupo me dijeron: 'No conseguirás grabar un disco', y llevo 12. Luego me dijeron: 'Estás condenado a cantar letras ajenas porque no puedes componer letras', y llevo más de 60. Hace un par de años me dijeron: 'No sabes tocar la guitarra', y desde entonces estoy estudiando guitarra. Me gusta superarme y afrontar riesgos". Loquillo empezó a actuar a mediados de los años setenta, y fue uno de los protagonistas de la irrupción de la cultura joven urbana, y, también, de la llamada movida madrileña. "Yo nací en un barrio y crecí en una época en que los barrios existían. Ahora, ya no; la cultura de barrio, la cultura del autochoque, ha muerto, la han engullido". ¿Cultura de autochoque? Se ríe de mi ignorancia. "Sí, de autochoque, de feria... En aquella época, en los barrios existían las bandas. Para mí fue una manera de empezar a relacionarme con el mundo y con los demás, en la banda aprendías a ser honesto con el grupo, a ser fiel al amigo, a tener una conducta auténtica. Y nos trasladábamos a otros barrios, de feria en feria, para contactar con otras bandas. Esto era importante. Era la Barcelona del extrarradio, una Barcelona con un potencial creativo y humano tremendo". ¿Qué era el rock para vosotros? "Era un idioma universal, era una manera de ser y de comunicarte con tus iguales. Hubo una película, American graffiti, de George Lucas, que se convirtió en nuestra referencia cultural". En su último disco hay una hermosa canción dedicada al protagonista de este filme: John Miller. "Era un personaje emblemático para nosotros. Nos vendieron un sueño y el sueño terminó".
Loquillo vive de cerca el mundo musical barcelonés. ¿Qué ocurre con el problema de las subvenciones y con el catalán? "Muy sencillo: los grupos catalanes tienen subvenciones, facilidades económicas para grabar videos, pueden hacer descuento al público con carnet jóve porque paga la Generalitat... Más claro no puede ser. Y conste que yo no quiero subvenciones. Pero para la gente joven que empieza y para el mundo de la cultura esto es fatal. Te encuentras a Aute, por ejemplo, y te dice: 'Oye, Loco, ¿qué ocurre en Cataluña, que ya no me llaman y, en cambio, mi último disco se está vendiendo allí mucho?'. Nosotros actuamos en Cornellá, en L'Hospitalet, en Santa Maria de Barberá... en todo el cinturón industrial, pero de ahí no pasamos. No me importa porque es el público que me gusta". "Esa política oficial ha acabado con muchas cosas, y con una Barcelona mestiza, humana, grande, que aglutinaba las culturas de los barrios, y la representada por escritores como Barral, Gil de Biedma o Juan Marsé... Eso era Barcelona".
Loquillo, durante las últimas elecciones, hizo campaña con el PSOE. "Sí, y no me arrepiento, al contrario. Estuve a punto de jugarme mi carrera, pero lo volvería a hacer. Mira, mi padre era republicano y vivió cárcel y exilio, y mi madre era de familia anarquista... Creo que en España se ha perdido la memoria, la gente joven desconoce el pasado, y eso no puede ser. Uno tiene que vivir con el pasado, con la historia al lado, para no perderlos de vista, y evitar que se vuelvan a repetir. Mi padre fue muy importante para mí, porque fue un héroe: él y las personas que como él lucharon por la libertad fueron héroes. Cuando se anunciaron elecciones me ocurrieron dos cosas: una, mi padre había muerto; la otra, vi y oí a Aznar y oí a la gente de derechas. Resultado: llamé al Partido Socialista de Cataluña y dije: ¿qué hay que hacer? No soy socialista, y tengo reproches que hacer al partido socialista. Pero tenemos un Gobierno elegido por el pueblo, y hay que protegerlo. Me han sorprendido mucho algunos comentarios de los medios de comunicación que me han atacado por apoyar al PSOE. ¿Es que un artista no puede expresarse como ciudadano? ¿Para qué estamos los artistas? Hay que ser auténtico y hacer lo que uno cree y siente que tiene que hacer; de lo contrario, luego no tienes derecho a protestar".
Loquillo, El hombre de negro, como el título de una de las canciones de su último disco, ya no vive en El Clot, barrio dividido actualmente por una autopista, antiguo escenario de una infancia y adolescencia que ha quedado atrás. ¿Ve a menudo a quienes fueron sus compañeros de banda? "Poco", guarda un breve silencio. "Por una parte, mi padre quiso que yo estudiara en la ciudad, en Barcelona, en el centro centro; por otra, yo jugaba al baloncesto, iba a jugar partidos fuera de mi barrio, conocí a otros jóvenes... y más tarde tuve la necesidad de escapar, y escapé. De lo contrario, ¿qué hubiera sido de mi vida? Casarme con la vecina del quinto, caer en la rutina... como mis amigos de entonces: tienen 30 años, barriga, esposa y varios hijos. Cuando les veo me preguntan: ¿cuándo te casas? Les explico que vivo con una chica, y no entienden, repiten la pregunta, ¿cuándo te casas? Para ellos vivir con una persona sin estar casados no es serio. Yo no digo que mi vida sea mejor que la suya, no; pero yo no estaba hecho para caer en la rutina, en el conservadurismo. Ahora tengo 32 años, y creo que empiezo a dar lo mejor de mí mismo como artista. Hace poco, alguien me propuso escribir y publicar un libro sobre mí, y le dije: ¿pero qué dices?, ¿escribir mi vida? Si todavía estoy en el primer capítulo".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.