Alemania deja a España sin opción a medalla
No eran yugoslavos, ni griegos, ni italianos. Pero fueron más listos, más hábiles y enviaron a España al pozo. Véase el lado negativo de la historia. Se puede dibujar todavía mejor el resquicio por el que se le fue a la selección española el partido y el acceso a las semifinales. La explicación es tan farragosa como el juego que describe. Dejó escapar una ventaja de cinco puntos, 72-67 a un minuto del final. Repitió en la prórroga. A dos minutos y medio vencía por 77-72. Ahí se paró. Falló lanzamientos claros, tiros libres -dos uno más uno de Azofra- y perdió el balón un par de veces. Los dos colapsos fueron aprovechados para forzar la prórroga, tras empatar a 72, y para sentenciar sobre la bocina de los 45 minutos con un providencial tiro de Welp.Los fantasmas fueron traidores. No parecían existir en el desarrollo del partido. Esperaron al final. Retrotrajeron a las repetidas derrotas en partidos con algún sobrepeso de tensión. España colecciona varapalos de todo tipo de colores pero siempre dentro de esta misma modalidad. Tanto a nivel de clubes, como a nivel de selección. Existen tantas evidencias que la regla está cofirmada. Ante ocasiones de tal empaque no apuesten por el baloncesto español. Las reglas tienen excepciones y están para romperse pero por el momento no se hace sino reforzar la alergia a encuentros con trascendencia. España, ahora, en un campeonato igualado tanto por abajo como por arriba, ha perdido la ocasión de repetir la medalla que obtuvo en Roma en 1991. Ahora tan sólo puede luchar por un quinto puesto que le clasifique para el Mundial del próximo año en Toronto (Canadá).
La decepción se fraguó tras un desarrollo sino brillante sí al menos beneficioso para el equipo español. Los alemanes desmintieron los peores tópicos que les adornan. Tomaron la manija táctica imponiendo el ritmo. Su técnico serbio, Svetislav Pesic, puso trampas por doquier. Reguló la velocidad. Ahora lento, comenzó, para favorecer al grandullón -2.21 metros- Behnke. Ahora rápido, prosiguió, para que el base Nurnberge demuestre su mejor capacidad de resolución que Rafael Jofresa. Ahora abrimos la veda del tiro exterior, de los triples. Para entonces España perdía por cinco puntos, 17-22. Tanto Pesic como Lolo Sainz impartieron consignas para detener a sus mejores artilleros: Harnisch no encestó hasta el minuto 18 y Villacampa hizo dos puntos en los 16 primeros minutos.
España metió la directa en el inicio del segundo tiempo. Fue a base de triples y de buscar el rebote ofensivo como no lo hizo en el resto del partido. De la igualdad del descanso, 37-36, se pasó a una ventaja de ocho puntos, 43-35, que se mantuvo durante nueve minutos: 58-50. Para entonces se empezaron a sumar datos negativos. Jiménez ya había al banco por las faltas. Lo que es peor, Herreros cayó en la trampa y le devolvió un mandoble a Gnad que le costó una falta intencionada. Se estrechó el marcador. Pero de nuevo a base de triples, de Villacampa y Herreros, se dejó el partido a un paso de la sentencia. Reapareció entonces el temblor de muñecas, la falta de ideas, la visión borrosa de un partido que, sino se había interpretado a la perfección, sí se había leido con fluidez. Se echó de menos entonces algún cambio. Ferran parecía demasiado olvidado en el banco. Al mayor de los Jofresa se le hizo llegar hasta los 40 minutos de juego para luego, en un momento tan comprometido, ofrecerle el timón a Azofra. Posibles errores de los que, eso es bien cierto, nadie se acordaría si no se hubiesen fallado tiros libres, lanzamientos claros como el de Villacampa, sólo, a décimas para agotarse los 40 minutos, o sino se hubiesen acumulado las pérdidas de balón en los intantes decisivos.
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