El silencio del hogar
Anoche se celebraron los últimos banquetes, crepitaron las últimas orgías, se quemaron las fallas. Por un intervalo, los candidatos se han retirado. Unos se están enjugando el sudor con una toalla de Descamps, otros se han tendido bajo los tilos, los marginales se refrescan en una palangana. De repente, un inmenso silencio flota sobre el espacio estatal. Bajo su toldo los electores reflexionan de diversas maneras. Un grupo de ancianos hace cuentas con un ábaco, ciertos solipsistas repasan las imágenes congeladas en la grabación del vídeo, muchos auscultan sus oídos donde todavía palpitan las grandes proclamas. En las comidas de este sábado cada cual, al pasarse la servilleta por la bocera, detiene una opinión que aplaza o acabará soltando, como un eructo, después del postre. Un segundo cosmos, más pausado y modesto, donde parece que el reloj ha perdido velocidad, sucede a la acalorada estación de la campaña.Este es el día más hermoso de todo el proceso. Un día bendito inventado por un místico para hacer trascendentes a los electores. Todo el cuerpo electoral fulgura en esta jornada sagrada. Jornada de reflexión en la que la luz no la determinan los focos ni las bengalas en las plazas de toros, sino un interior sabático. Toda la trifulca de las fiestas públicas debe ser concentrada y traducida en un voto y, bajo esta candela, cada voto es igual a un ex voto. La papeleta será confiada a uno u otro nombre del santoral político mágicamente trasmutado en administradores del porvenir.
Por arte de la mística del día de reflexión los candidatos, ayer cargados de excrecencias, pueden transformarse en creadores del destino. Atrás quedan las jornadas triviales, garrulas, fastidiosas. Éste es el día más serio de toda la legislatura. Los líderes han hecho cuanto tenían que hacer. En este momento yacen con sus amantes, se peinan lentamente ante el espejo, fuman descargados de palabras ante él horizonte. La decisión se encuentra del lado de los electores. Gente corriente, heterogénea, con hipotecas, con afecciones en la vejiga, con hernias de hiato, con hijos que tocan la guitarra. Gentes comunes que sólo poseen una voluntad entre una muchedumbre de voluntades. A todos les cae la responsabilidad desde el techo. Nunca, como en esta jornada de reflexión, el futuro personal y colectivo había gravitado tanto. Es junio, el tiempo está soleado, apenas se oye otra cosa que el rumor de los árboles y los neumáticos. Detrás de ese ámbito de sigilo se está gestando, sin embargo, en los hogares, el perfil de la próxima evolución de este reino. ¿Quién podría decir, siendo elocuentes, que la aventura de la historia se produce tan modestamente de este modo?
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