El Barcelona dilapida su fortuna en Oviedo
El Barcelona dilapidó su fortuna en Oviedo cuando la Liga ha comenzado su cuenta atrás. Mantiene el liderato, cierto, pero por la diferencia de goles. No es una situación muy halagadora, puesto que ayer no marcó ninguno y acumuló su cuarta derrota. Mal consuelo presumir de ser el primero por la ayuda del segundo.Resulta difícil cuantificar la debilidad de unos y otros. El Madrid no anda fino. En otros tiempos, habría ganado en Vigo sabiendo que el Barcelona perdía en Oviedo. Lo mismo le sucede al equipo azulgrana. Decididamente, no sabe blindar su liderato. Así, el campeón será el menos malo.
Para el Barcelona jugar en Oviedo es como ir al dentista. Le disgusta tanto el campo, un callejón de difícil salida, como el equipo, un plantel de soldados cargado de años y que huye de la cola con bravura. El choque, peludo ya por tradición -el cuadro catalán sólo ha ganado siete de 30-, estaba además preñado por el dichoso entorno. No se le ocurrió nada mejor a Josep Lluís Núñez que pedirle al Oviedo que, tras abrirse de piernas con el Madrid, se dejara meter mano por el Barcelona. La grada se hinchó de rabia y Radomir Antic reunió a sus chicos para que sacaran su orgullo. La táctica era explícita: al Barcelona, ni espacio ni balón.
Domar la fiereza del Oviedo y cerrar el transistor conectado con Vigo resultó demasiado trabajo para el colectivo de Johan Cruyff. El saldo del primer tiempo fue desgarrador: Carlos colocó momentánemamente de líder al Madrid al batir a Zubizarreta. El Barcelona tenía los pies en un sitio y la cabeza en otro.
El Oviedo no le dejó pensar en su partido. Rompió en mil pedazos su juego de porcelana. Ofreció un fútbol físico, de raza, agresivo, que amilanó al contrario. El balón nunca tuvo un recorrido largo cuando fue manejado por los azulgrana. Los azules los asfixiaron y cortaron, con faltas reiteradas si les convenía, cualquier posibilidad de que la contienda adquiriera un ritmo rápido como pretendían aquéllos.
La lentitud de Laudrup y el absentismo de Begiristain, apartado a la banda derecha, acabaron por atar a los barcelonistas, privados de uno de sus recursos más útilies cuando hay mucho tráfico. No estaba Koeman y, consecuentemente, las posibilidades de gol se redujeron.
El encuentro se agravó todavía más para el Barcelona cuando el Oviedo encontró dos pasillos como avenidas por donde desahogarse. Carlos se atrajo a Ferrer al punto de penalti, Jankovic se llevó a Juan Carlos a la medular y Armando y Pirri pudieron correr como galgos por las bandas. El gol se adivinaba porque la jugada se repetía hasta la saciedad: no había quien sacara el balón en condiciones desde la zaga azulgrana, nadie encontraba la línea del pase y el cuero salía perdido en la medular.
Superado Zubizarreta, pocos apostaron por el triunfo del conjunto catalán. El Barcelona nunca ha sabido remontar un gol. Una debilidad impropia de un líder y aún más de un campeón. Difícil resulta comprender también cómo pudo sufrir el acoso del rival en el partido en que parecía mejor armado defensivamente.,
Cruyff acabó por sacar a Julio Salinas. Una manera de reconocer que se había equivocado en el planteamiento o que ninguna de sus alternativas tácticas había funcionado. El tanto de El Largo no llegó esta vez pese a que su técnico había ironizado incluso sobre el momento idóneo para marcar en Oviedo. El Barcelona se quedó a cero, un pecado capital para un equipo que presume de ser la expresión del gol.
.El resultado confirmó las carencias azulgrana en el peor de los momentos. Hubo pocos remates francos de gol, menos incluso de los que dispuso el Oviedo, y muchos lapsos futbolísticos. Este equipo no anda fino.
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