Declaración de intenciones
JUANMA ITURRIAGA, La final de la Liga ACB empezó, como suele ser habitual en una serie larga, con una declaración de intenciones. Mejor argumentada la del Real Madrid, acorde con la superioridad mostrada durante la mayor parte de la temporada. Menos historiada la del Joventut, que supo aguantar varios arranques "tripleros" del Madrid, pero le faltó punch para sobrevivir a la última carga blanca, allá por la mitad del segundo tiempo.
La sustancia de esta final estaba bastante clara antes de empezar, y la primera toma de contacto confirmó lo previsto. El Madrid juega a tirones, como uno de esos toros bravos que vemos en los rodeos. Si se consigue soportar sus compulsivos movimientos, acaba convirtiéndose. en res mansa. Pero es difícil no descabalgar (como le ocurrió al equipo verdinegro), dada la violencia de sus golpes. El Joventut fue un poco más constante, pero tuvo dos problemas. Uno, los esparadrapos que lleva en la mano derecha Villacampa. Dos, al Madrid hay que pegarle defensivamente hablando. Tratarle con caballerosidad es el primer paso para la derrota.
Estando el maestro (Lolo Sáinz) y el aspirante (Clyfford Luyk) en los banquillos, la batalla táctica es ciertamente complicada. Lolo fue una vez más a piñon fijo, el mismo, ritmo que le ha dado títulos y provoca críticas. Tener a Tomás Jofresa en el banquillo hasta que la desventaja sobrepasó los diez puntos con pocos minutos por jugar parece una pésima maniobra, pero ¿quién se lo discute a la vista de los resultados obtenidos (no precisamente en este partido)? Luyk, por su parte, acertó a colocar al irregular Cargol en el quinteto inicial. Entre Cargol y sus esparadrapos, Villacampa tardó una eternidad en entrar en juego. La zona en la que se colocaba el Madrid cuando sus rivales sacaban de banda no tuvo especial incidencia.
Fue un partido sin protagonista claro. En eso sí fue algo especial para tratarse de una final. Los jugadores estelares fueron turnándose, sin que nadie pudiese mantener su productividad constante. Primero fueron Cargol y Simpson, despues Rafa Jofresa, en algunos momentos Villacampa, y finalmente Biriukov, que lleva camino de convertirse en el rey de las segundas partes. Brown estuvo invisible durante casi treinta minutos, pero su constancia fue recompensada con el acierto en el momento en el que el Madrid dio el estirón definitivo. Sabonis no fue tan Terminator como acostumbra, pero a sus puntos habrá que sumar los que no consiguió Ferrán.
El Madrid ha movido primero. Ahora le toca al Joventut, que deberá dejar su inmaculado estilo y entrar un poco con la bayoneta. Con buenas intenciones a secas es más que difícil ganar una serie a cinco partidos a este Madrid, un toro inconstante, pero un toro al fin y al cabo.
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