Montoya culmina la estrategia del Amaya

Más de medio equipo necesitó Javier Mínguez, director del Amaya, para lograr su segunda victoria de etapa. Jesús Montoya, de 29 años, culminó una estrategia colectiva y ganó en la subida a Alto Campoo. Fue el único consuelo de un trabajo iniciado en la dura ascensión a El Escudo y designado en un principio para abordar el liderato. Los cuatro primeros de la general, Tony Rominger (Clas), Alex Zülle (ONCE), Laudelino Cubino (Amaya) y Oliverio Rincón (Amaya), llegaron juntitos a la cima. Hoy, con la subida a los Lagos de Covadonga, se presentará el penúltimo capítulo del duelo Rominger-Zülle.

Javier Mínguez se ha convertido al realismo. "La cosa está muy difícil, pero hay que intentarlo todo", decía por la mañana. "Pero hay dos suizos por encima de todos. Y no vale eso de hacer dura la etapa, porque podemos quedarnos nosotros".Y Mínguez desplegó su artillería. Desde el principio mandó a sus corredores por delante. En el puerto de La Lunada, de 32 kilómetros, el más largo de esta Vuelta, hizo la primera selección atrás. Por delante marchaba, acompañado de otros nueve, su primer explorador, Vicente Aparicio. Pireparaba la batalla de El Escudo. Su intención, destrozar al Clas, equipo del líder, para, después, asaltar el liderato.

Allí, lo intentó de todas formas. Ataques de unos y otros. Rincón, sobre todos. Pero no logró la descomposición. Rominger seguía bien acompañado. Zülle, su sombra. Podían haberse afeitado en el mismo espejo los dos suizos. Allí lo pasaron mal algunos. Como Pedro Delgado (Banesto), quien continúa con su suplicio. "Le veo con más corazón y ganas que ningún año" decía su director, José Miguel Echávarri. "Pero hay otros más fuertes que él". Corazón y ganas le echó el segoviano. Se descolgó en El Escudo, pero solo, buscando ruedas por donde podía, volvió a conectar en el llano. Porque la batalla de El Escudo fue bonita pero frustrante para el Amaya. Mínguez se resignó y sacó del portafólios el plan B. La idea que venía a decir: no podemos hacer nada para ganar la Vuelta pero vamos a llevarnos la etapa.

Así, Aparicio, el adelantado que debía esperar la llegada de Cubino para cortarle el viento en, el llano y dejarle descansado al pie de la subida a Alto Campoo, vio llegar en su lugar. a Jesús Montoya, el hombre designado para ganar la etapa. A casi siete minutos en la general, no era hombre: peligroso para el líder. Por un lado. Por otro, el ciclista que quedó segundo en la pasada Vuelta, es bueno. Cuando ataca lo hace en serio. Empalmó con Aparicio. Se dejó llevar y logró la ventaja mínima a pie de puerto para ganar sin problemas.

Detrás se produjeron situaciones curiosas: el equipo del líder manteniendo la marcha y los presuntos atacantes defendiéndose. Cubino, resignado, no podía saltar y hacer peligrar la marcha de su compañero Montoya. Zülle rezaba para que Rominger no atacara demasiado pronto y le dejara tirado. Y Rominger, en teoría el defensor del liderato, maldecía porque el puerto no era tan duro como pensaba. "No había rampas paria crear diferencia?, explicó. Así, cada uno fiado a su suerte, avanzaron en amor y buena compañía. Delgado, que se les había juntado en la llanura, más bien con desamor. Resollando. Después se desunió. Fue cuando Rominger, exasperado, decidió probar fuerzas. Le aguantaron Zülle, Cubino y Rincón.