_
_
_
_
Tribuna:ELECCIONES 6 DE JUNIOCUADERNO DE CAMPAÑA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Camisa a rayas

No estoy seguro si fue Aznar el primero que introdujo la camisa a rayas y la fueron adoptando después los otros líderes o fue una moda Cerruti que se implantó entre los brokers y ha terminado cubriéndolo todo. Cualquier candidato que espere comparecer en el plató o en las fiestas-mitin se viste hoy con una camisa a listas. El mismo Garzón, que procedía de otro ámbito, pareció considerar anteayer que, para su presentación política, debía equiparse con una sucesión de líneas rosadas y blancas. En Alicante, Felipe González, remangándose, también llevaba una camisa a rayas, y lo mismo cabe decir de Luis Gámir presentando el proyecto económico del PP, de Julio Anguita en Alcalá de Henares o de Francisco Garrido, número uno de la lista de Los Verdes. No existen prácticamente excepciones ideológicas a esta nueva opción. Todos los debates están rayados.Creo, definitivamente, que fue Aznar el introductor de esta experiencia semiótica. Los paños lisos invitan a una contrastación directa y se corresponden con la plasmación de un programa diáfano. Las rayas son una estratagema que juega con el sí pero no y el no pero sí. Desde un color a otro, baila el pensamiento y, al cabo, se deduce un rizado en cuya exégesis cabe la anfibología de la luz y de la sombra. La indeterminación o el temor a declararse de un solo color concuerda con el espíritu mixtificador de los tiempos.

Hasta hace poco, la camisa listada estaba conectada con un mundo de tahúres que a la fuerza se desenvolvían en ambientes inciertos. Existe, en efecto, hoy una camisa a rayas, tipo Antoñito López, que evoca el desahogo rural, la ondulación de un horizonte de estratos y perfiles de sembrados, pero no es ésta la modalidad que se prefiere en la campaña. El rayado político es tóxico y urbano; es estricto y monetario. Cada cual lo lleva a su aire, y es notable que en esta liza, la lista comience a determinar el talante social del protagonista. Las rayas de Felipe González son más gruesas que las de Aznar, y las de Anguita, todavía más dilatadas. El líder popular nunca se mueve de su enjuto calibre y repite hasta la hartura la combinación azul y blanca, lo que le obliga, para distinguir sus comparecencias, a surtirse de un variado cromatismo en los aderezos. Punto que le ha abocado hasta la corbata amarilla, cenit de la histeria. Cuando tales fenómenos suceden, una de dos: o el asesor de imagen no actúa, o bien Ana Botella es de esas chicas desganadas a las que les gusta el marido de cualquier manera. En La Moncloa han venido siendo más elegantes para estas cosas, y buena parte de la sensualidad vestual de Felipe González, siempre provisto de buenas lanas, proviene de un mejor entendimiento del cuerpo espeso. Las camisas a listas son típicamente de derechas a partir de Novecento. Parece mentira que no se den cuenta. La moda se encabalga sobre la línea de los tiempos y los tiempos aparecen embarrados. Contra el barro y las barras, contra el pecho carcelario, ¿por qué no una propuesta lisa, convencida, despejada?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_