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Sabonis coloca al Madrid a un paso de la final

JUANMA ITURRIAGA, La cosa está clara. O el Estudiantes le pierde el miedo a Sabonis o esta serie se va a acabar por la vía rápida. El Estudiantes logró cuatro canastas de dos puntos en el primer tiempo (únicamente un par desde debajo del aro) y 10 en los cuarenta minutos, con un paupérrimo porcentaje del 23% (10 de 43). La razón de estos frustrantes y decisivos números sólo tiene un nombre, Mister Sabonis.

El lituano lleva camino de bastarse casi por sí solo para meter a su equipo en la final. Decir que fue el máximo anotador del partido (24 puntos), el que más rebotes capturó (21, que se dicen pronto) y al que le hicieron más faltas personales (siete, y otras tantas que no fueron señaladas) no es suficiente para poder explicar en toda su extensión el desaguisado ofensivo y defensivo que provocó en el Estudiantes.

Era miedo, casi terror, lo que mostraban los estudiantiles cada vez que se acercaban con el balón en las manos a la ubicación física del lituano. Era impotencia lo que revelaban sus caras cada vez que Sabas cogía el balón a menos de cuatro metros del aro y haciéndose hueco lograba encestar o sacar una falta a sus defensores, que, en un número mínimo de tres, le intentaban rodear.

Sabonis fue el faro que guió con maestría al Real Madrid en una dificultosa travesía, muy diferente al apacible paseo del primer encuentro. Miguel Ángel Martín decidió que Herreros no es carne de banquillo, y le colocó en el quinteto titular. El alero internacional salió con los ojos inyectados de furia. Con su acierto, el Estudiantes se animó, a pesar de contar con la rémora de un desconcertado Winslow y con Orenga mucho menos fino que el pasado jueves. El Madrid mandaba en el marcador, pero los triples de Herreros mantenían vivo el partido cuando llegó la hora del descanso (36-32).

Algún oscuro conjuro se debió de tramar en el tiempo de reposo, porque lo que vino a continuación fue espectacular. El Estudiantes plantó una buena zona, y el Madrid se colapsó. Herreros anotaba y levantaba el puño. Un triple de Cjeveticanin encendió la alerta roja madridista (50-56, minuto 30). A la vista del cariz que estaban tomando los acontecimientos, el Madrid tomó dos decisiones. La primera, parar a Herreros como fuera. La segunda, encomendarse a Sabonis.

Ambas resultaron acertadas. Biriukov y Cargol se apretaron los machos, y Herreros pasó el último cuarto del partido sin poder anotar un solo punto. Para contrarrestar la molesta zona, y a la vista del poco acierto de los tiradores, el balón iba una y otra vez a las manos de Sabonis.

El Madrid superó su fase crítica (66-59, minuto 36), y con Lasa al timón supo mantener la calma, dejando correr el reloj hasta el momento de darle la bola a Sabonis, que era lo más seguro. Con Herreros maniatado, Nacho Azofra asumió la responsabilidad con acierto, pero a falta de un minuto (6966) cometió su quinta falta, y el Estudiantes expiró.

El Madrid se encuentra a tiro de piedra de la final de la Liga. El Estudiantes, a 40 minutos de despedirse de la Liga Europea del año próximo. Entre estas situaciones, el poder de un talento fuera de serie: Arvidas Sabonis.

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