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Reportaje:

El eco de Ayodhya

La tragedia ha levantado un muro infranqueable entre hindúes y musulmanes

ENVIADA ESPECIAL"Nos lo han advertido: un día vendrán y nos matarán uno a uno hasta el último de nosotros", dice la anciana Naimul Nisa, que lamenta no tener otro sitio adonde ir. En el barrio musulmán de Ayodhya quedan unas 50 o 60 familias sin recursos que temen la llegada de la noche desde que los kar sewaks (voluntarios hindúes), amparados en la oscuridad de aquel 6 de diciembre del año pasado, destruyeron la mezquita Babri y en los días siguientes desataron una caza de musulmanes que dejó 12 muertos y decenas de heridos. El eco de Ayodhya resonó en toda la India y la sangre de 2.000 víctimas, tanto musulmanas como hindúes, se ha convertido en un mar infranqueable entre las dos comunidades, cuyo oleaje es imprevisible: 300 muertos en Bombay hace dos semanas.

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"Las relaciones personales no han sufrido entre quienes no hemos estado involucrados, ni las revueltas nos han afectado directamente, pero se ha creado un sentimiento de desconfianza hacia los desconocidos de la comunidad contraria", afirma un industrial hindú de Lucknow que tiene entre sus empleados a 15 musulmanes.Ayodhya se encuentra a 150 kilómetros de Lucknow, capital del Estado de Uttar Pradesh, el más poblado de la India y donde se cultiva el hinduismo más militante.

Pero también aquí el porcentaje de musulmanes es mayor que en el resto de la India. En Lucknow llega al 35%, aunque en la totalidad del Estado desciende hasta el 17%, cuatro puntos por encima de la media nacional.

En Uttar Pradesh, más que en ningún otro Estado, se refleja el deterioro y la marginación que ha sufrido la minoría musulmana a través de los años, desde la partición en la India y Pakistán en 1947.

Los líderes políticos, los empresarios, los grandes comerciantes y los hombres de negocios cruzaron la frontera y fundaron Pakistán. Aquí se quedaron agricultores y artesanos milenarios: tejedores de alfombras, bordadores, carpinteros, pintores, albañiles, marmolistas, todos aquellos profesionales que habían heredado de sus padres el oficio. Estos hombres hicieron florecer el arte mogol y siguen siendo los creadores de una artesanía que mueve millones de dólares.

Marginación

Sin embargo, privados de las redes de comercialización anterior y sin medios financieros, se fueron retrayendo sobre sí mismos, marginándose de una sociedad movida por el impulso de haberse librado del imperio británico dominante y dispuesta a dar un carácter nacional a este vasto subcontinente, tan grande como Europa sin Rusia, que se llama la Unión India.El Partido del Congreso perdió con la muerte de su fundador, Jawaharlal Nehru, en 1963, al gran defensor de las minorías. "Es cierto que hemos descuidado algo a los musulmanes", señala Mohamed Amar Rizvi, que ha ocupado 19 ministerios diferentes en el Gobierno de Uttar Pradesh, algunos, como el de Asuntos Parlamentarios, hasta cinco veces.

Sin embargo, Rizvi considera que, aparte de estar peor educados y ser más pobres -no es el caso de su familia-, "no existen diferencias entre musulmanes e hindúes más que las que extremistas de uno y otro lado se empeñan en airear".

" Hemos sido demasiado tolerantes. Durante los disturbios de diciembre pasado pedimos que nos ayudaran, y ni un policía movió un dedo para evitar el baño de sangre provocado por los musulmanes. Posteriormente, en enero, asesinos del Shiv Sena [partido ultranacionalista hindú] mataron en Bombay a hijos delante de padres y a padres delante de hijos. Las mujeres fueron obligadas a bailar desnudas a cambio de la promesa incumplida de dejar con vida a sus familiares.

¿Qué más vamos a aguantar?", pregunta el imam de la Gran Mezquita de Nueva Delhi, Ahmed Bujari, que se niega a responder sobre si hay una conexión entre esos acontecimientos y las 10 bombas (tres fueron desactivadas) que reventaron hoteles, bancos, el edificio de la Bolsa y el de Indian Air Lines en Bombay hace dos semanas y que causaron la muerte a 300 personas.

Las fuerzas de seguridad están obsesionadas desde entonces, y más tras la explosión accidental hace 10 días en la siempre en ignición Calcuta del arsenal de un delincuente musulmán (80 muertos), por la sensación de vivir sobre un queso trufado de explosivos.

En estas dos últimas semanas han sido recuperados cientos de granadas, rifles automáticos, pistolas, revólveres y miles de kilos de explosivos, incluidos 1.500 kilos de RDX, el potente explosivo químico que causó la matanza de Bombay y la muerte del primer ministro Rajiv Gandhi en 1991. Pero los musulmanes saben que tienen las de perder.

Desconfianza

"No tenemos más remedio que convivir con los hindúes, aunque ya no confiemos en ellos", dice Shaida Jartum, de 70 años, a cuyo yerno, en diciembre pasado, prendieron los extremistas hindúes cuando dormía y lo mataron.Lo que ha sucedido hasta ahora puede ser simplemente el preámbulo de una historia mucho más dantesca. Esta misma semana, la RSS, ahora ilegalizada, brazo derecho del Partido Bharatiya Janata (BJP), rechazó una propuesta según la cual los musulmanes aceptaban la construcción del templo a Rama en el lugar de la mezquita de Ayodhya a cambio de que el BJP y las RSS y VHP (también ilegalizada) renunciasen en el futuro a cuestionar otros monumentos islámicos. Las grandes mezquitas de Nueva Delhi, Mathura, Kashi y Benarés, e incluso el Taj Mahal, considerado como el mausoleo más bello del mundo, se construyeron también, según los ultras hindúes, sobre los templos de su religión.

En las semanas siguientes a la destrucción de la mezquita del siglo XVI supuestamente enclavada sobre el templo que conmemoraba el nacimiento de Rama hace 900.000 años, el Partido Bharatiya Janata, que gobernaba en Uttar Pradesh y defendía el traslado de esa mezquita, recibió el apoyo casi unánime de los más de 110 millones de hindúes que viven en este Estado. Con el tiempo, los ánimos se han ido calmado, pero muchos son los que temen que para ganar las elecciones "se inventen otra historia".

Uttar Pradesh, como otros tres Estados que dirigía el BJP, perdieron a sus Gobiernos y pasaron a depender del presidente, según establece la Constitución india en caso de inestabilidad política, por un periodo máximo de un año, lo que implica que habrá elecciones antes de diciembre. "De aquí a entonces pueden destruir otras 10 mezquitas si con eso ven que sacan votos", señala con ironía Sulelmán, de 25 años de edad.

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