La televisión británica entra en una década de agresividad comercial
Las televisiones comerciales británicas comenzaron con el nuevo año a hacer efectivas sus concesiones de emisiones regionales, con el acceso a la red de cuatro nuevos grupos para los próximos 10 años. El cambio tuvo lugar al ritmo de las campanadas. Esto provocó la curiosa circunstancia de que Thames TV, una de las perdedoras, emitiera su programa de resumen del año antes de las doce de la noche, y, tras las campanadas, apareciera en la misma frecuencia el logotipo de Carlton TV.
Carlton TV, propiedad del grupo Carlton Communications, que dirige Michael Green, tomó el relevo de las emisiones diarias del área londinense en la madrugada del 1 de enero. Habiéndose comprometido a pagar 43 millones de libras esterlinas (unos 7.700 millones de pesetas) anualmente más un porcentaje sobre sus ingresos publicitarios, Carlton desplazó a Thames TV, compañía que lleva más de 23 años produciendo y retransmitiendo para la red regional de ITV.Ese mismo día, Thames se convirtió en la productora más fuerte del Reino Unido, ya que sus programas ya no serán exclusiva de ITV, sino que podrán ser adquiridos también por las otras cadenas: BBC, Canal 4 y los canales por satélite. Los nuevos protagonistas -Carlton, GM-TV, Meridian y West Country- introducen un nuevo concepto de gestión televisiva: dejan de ser productores-distribuidores para concentrarse en la difusión de los programas que contratarán externamente.
Conjuntamente, las 16 compañías de ITV se han comprometido a pagar al Tesoro unos 63.000 millones de pesetas anuales (350 millones de libras), unos 18.000 millones de pesetas más que en 1992. Este impuesto no se distribuye en función del tamaño o importancia de cada región, sino qúe está determinado por la cantidad estipulada por cada empresa durante el concurso de renovación de licencias que se falló el año pasado. Las variaciones oscilan entre el 2% y el 40% de los ingresos respectivos y han dado pie a anticipadas sentencias de muerte por parte de un buen número de analistas.
Peligra la independencia
De momento, cada integrante de la red disfruta de un periodo de protección financiera de 12 meses: la legislación prohíbe las absorciones o adquisiciones hostiles en su primer año de gestión. Sin embargo, a partir de 1994, las empresas más débiles -posiblemente aquellas que pujaron en la. llamada subasta de ITV por encima de sus posibilidades reales- pueden ir a parar a manos de cualquier empresario europeo.Por otra parte, ITV pierde su monopolio publicitario, qué controlaba desde el nacimiento de la televisión comercial en los años cincuenta. Desde este mismo enero, el Canal 4 deja de estar subvencionado por la red ITV y contratará su propia publicidad. El tono especializado de su programación, dirigida a los sectores minoritarios de la sociedad británica, le permitirá sobrevivir en este ambiente altamente competitivo: los anunciantes necesitan un público especializado al que enfocar muchos de sus productos o servicios. El Gobierno, por su parte, parece haber descartado la publicidad como sistema de financiación de la BBC a partir de 1996, cuando expira su presente normativa.
Los canales por satélite han despegado ya y se pueden convertir en un fuerte rival en la nueva década de la televisión británica. Actualmente, cerca del 16% de los hogares ha instalado una antena parabólica, según datos de Zenith Media, del grupo Saatchi & Saatchi. Pero en el año 2003, fecha de la expiración de las presentes licencias, Zenith calcula que el 59% de las viviendas británicas accederá a los canales por satélite, sector que influirá decisivamente en el mercado publicitario.
Horarios
La nueva Ley de Televisión introduce también una serie de cambios en cuanto al control de la programación que dará cierto respiro a las nuevas y viejas compañías de ITV. El Canal 3 deberá ofrecer variedad y calidad en sus emisiones, pero tendrá libertad para decidir los horarios de sus transmisiones, excepto en el caso de los informativos, que deben emitirse en horas de máxima audiencia. Pocos dudan, sin embargo, que la desregulación provocará un mayor número de programas populares -culebrones y concursos- y la desaparición de los espacios especializados que no alcancen los suficientes niveles de audiencia. En los próximos años, la televisión británica se juega el fortalecimiento o deterioro de sus emisiones.
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