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El Barcelona supera el trauma europeo

Mientras algunos personajes de la vida pública española se niegan a pasar la prueba biológica de la paternidad, en el Barcelona sucede todo lo contrario. Tanto el presidente Josep Lluís Núñez como el técnico Johan Cruyff, inmersos en una guerra de intereses desde hace mucho tiempo, se sienten los progenitores de los éxitos del club azulgrana e intentan capitalizarlos. Es un caso casi patológico, que no requiere la intervención del Tribunal Constitucional para sentar jurisprudencia. Está muy claro que los padres de la criatura son los jugadores.El colectivo ha demostrado con creces que es el único estamento barcelonista -los aficionados, también- que sabe estar a la altura de las circunstancias. Anoche superó el trauma de la eliminación europea a base de amor propio frente a un Athletic que está en proceso de formación y que ha cambiado su faz, pero que todavía carece de experiencia para saber pescar en río revuelto, dada la juventud de sus hombres.

Las estadísticas decían que el Barcelona no acusa los fracasos y que, paradójicamente, está en Babia tras un gran éxito. Ayer no fue una excepción. El equipo azulgrana salió concienciado de que necesitaba la victoria para seguir vivo en la Liga. La plantilla había cerrado filas en la víspera, aislándose del entorno enrarecido Por si esto fuera poco, conectó desde el primer instante con un público que era consciente de la crítica situación. Esta comunión entre ambos fue fundamental.

Presión constante

En otras circunstancias, el Barça lo hubiera pasado muy mal, a pesar de un comienzo arrollador en el que Laudrup estrelló un balón en el poste Y es que los chicos de ese Athletic que está fraguando el alemán Jupp Heynckes no se cortaron un pelo. Bien situados sobre el terreno y olvidándose del tradicional zapatazo que condicionaba su juego, los bilbaínos intentaron asfixiar a los azulgrana con una presión constante sobre los centrocampistas y defensas barcelonistas.

El Barça se mostró incómodo y acusó la ausencia de Guardiola, que se cayó del equipo por culpa de una lesión muscular. Amor intentó realizar sus funciones pero fracasó, y el equipo azulgrana careció durante media hora de un hombre que canalizara su juego, a pesar de los esfuerzos de Laudrup, el más frío y calculador de un colectivo que tenía prisa por marcar. Una inesperada rosca de Goikoetxea -ayer pasó a su puesto natural de extremo, mientras que Nadal se quedó inicialmente en el banquillo de los suplentes-, que culminó Bakero de espectacular cabezazo, proporcionó cierta dosis de tranquilidad a los barcelonistas y despistó al inexperto rival, que se vio arrollado en el cuarto de hora que restaba para el descanso.

En la reanudación, con el cambio obligado de Eusebio por Nadal como consecuencia de una lesión, continuó el suspense. Estaba escrito que el Barça tenía que sufrir. De un paradón de Valencia a cabezazo de Laudrup se pasó, en un abrir y cerrar de ojos, al empate del Athletic, con gol en propia puerta de Juan Carlos que hizo perder la brújula, momentáneamente, a los barcelonistas. Los chicos de Heynckes no supieron aprovechar la oportunidad y el beligerante Stoichkov materializó una jugada temperamental de todos sus compañeros. El Barcelona, o mejor dicho, sus propios jugadores en estrecha comunión con el público, había logrado superar el trauma europeo y seguía sin perder comba. Instantes después, el presidente y el técnico del conjunto azulgrana se apuntaban las medallas. Y el pulso continua.

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