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Antonio Pedrol, un conservador inteligente

Acaba de morir un hombre importante. Antonio Pedrol Rius lo era en su doble dimensión de jurista y político.Como jurista, nadie ignora su condición de prestigioso abogado especialista en Derecho Mercantil ni el relieve e importancia del despacho que supo inspirar y dirigir con grandes éxitos profesionales en asuntos de envergadura.

Como político, Pedrol encarnaba, paradójicamente, una suprema cualidad. Y digo paradójicamente porque todas sus batallas profesionales libradas y ganadas frente a unos intereses calificados de políticos respondían a cuidadosos planteamientos de ese mismo signo. Jamás en la historia de la abogacía española ha habido un dirigente profesional que haya sometido los intereses corporativos a una más refinada destilación política. El resultado ha sido un conjunto de éxitos personales nunca revestidos de otra apariencia que no fuera la defensa pura y simple de la profesión en su conjunto.

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Con Pedrol al frente de la abogacía se podía abrigar la certeza de que ninguno de los intentos de hacer quebrar los intereses corporativos iba a tener un camino fácil o expedito. Los diferentes Gobiernos, las distintas Administraciones que se sucedieron en los últimos 20 años pudieron comprobar cuán difícil era doblegar la tenacidad y la habilidad del decano del Colegio de Abogados de Madrid cada vez que se producía un intento de controlar o alterar desde el poder el statu quo de una profesión entendida al modo tradicional.

Antonio Pedrol ha sido un dirigente profesional eminentemente conservador. Pero de inmediato hay que precisar que inteligentemente conservador. Su independencia económica, fundamento de la independencia personal que exhibía, así como su carencia de ambiciones que no fueran su autorrealización como decano memorable, le permitieron contener, mientras físicamente pudo, los cambios que se avecinaban.

La defensa de la colegiación obligatoria y la resistencia a que fuese modificado el funcionamiento tarifario de los colegios mismos consumieron sus postreros afanes, cuando ya su salud se resentía seriamente. Y una vez más, desde su inteligencia y dedicación, sus artes fueron la capacidad de persuasión -o más bien de disuasión-, el uso de la habilidad y la capitalización de la masa colegial más fiel a las directrices u orientaciones que Pedrol sabía transmitir.

Pedrol Rius, en fin, jamás dio por perdida una batalla. Cuando las situaciones se perfilaban como imposibles, sabía obrar de manera que mostrasen su lado reversible. Muchos de sus adversarios potenciales acababan siendo sus colaboradores, aunque también es de señalar cómo amigos aparentes, adictos ocasionales, observaban interesadamente las evoluciones de su salud o especulaban con su edad.

No quiso dejar el decanato cuando su penúltimo mandato, anunciado como último, cubría sus meses finales. Ése fue quizás su gesto más discutible. Creía en la posibilidad de afianzar su obra frente a aires nuevos y renovadores que, a su juicio, ponían en riesgo esencias colegiales.

Con razón se ha dicho que ha muerto "el abogado de los abogados". Y, curiosamente, ello acontece en un momento especialmente delicado para los colegios profesionales, a los que Antonio Pedrol consagró sus últimos 20 años de vida.

Descanse en paz nuestro querido e irrepetible decano.

Ramón López Vilas es abogado, catedrático de Derecho Civil y magistrado excedente del Tribunal Supreino. De 1974 a 1978 fue diputado de la primera junta de gobierno del Colegio de Abogados de Madrid, de la que Antonio Pedrol fue decano.

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