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Memorias de una primera dama de izquierdas

Danielle Mitterrand publica su libro au obiográfico, "La levadura del pan"

Cuando el pasado 11 de septiembre, François Mitterrand fue operado de un cáncer de próstata, su esposa, Danielle no estaba a su lado. Madame Mitterrand viajaba entonces por América Latina llevando un mensaje de solidaridad a los pueblos indios con motivo del Quinto Centenario del viaje de Cristóbal Colón. Y pese al amargo trance que atravesaba su ilustre marido, sólo regresó a Francia el 20 de ese mes, para votar en el referéndum sobre el Tratado de Maastricht.Y es que hace tiempo que Danielle, de 67 años de edad, se emancipo de la condición de esposa de François Mitterrand, y nunca, lo que se dice nunca, llegó a ejercer la de primera dama de Francia. Lo explica ella misma en La levure du pain (La levadura del pan), el libro autobiográfico que se publica esta semana en Francia. Un texto que cuenta la historia de una mujer menuda, tímida y apasionada por la justicia.

En las calles de Calcuta, en los campamentos de refugiados kurdos, en los suburbios de Río de Janeiro, Danielle, según cuenta ha escuchado cientos, miles de veces la frase: "No nos olvide madame Mitterrand, el silencio nos mata". A esos sitios donde la gente sufre masivamente no ha ido en calidad de esposa del jefe del Estado francés, sino siempre por su cuenta y riesgo, como presidenta de France-Libertés, la fundación humanitaria que creó en diciembre de 1985 y a la que dedica los derechos de autor de su libro.

En una nota a pie de página del primer capítulo, Danielle presenta así a su esposo: "François: personaje principal de mi vida que en ninguna circunstancia podré llamar de otro modo". Y más adelante cita con orgullo la declaración más izquierdista efectuada por el presidente francés en sus 11 años de mandato: "A todos los combatientes de la libertad lanzo un mensaje de esperanza: salud a los humildes, a los inmigrantes, a los exiliados en sus propias tierras que quieren vivir y vivir libremente. Salud".

Danielle se proclama de izquierdas. Ser de izquierdas, afirma, es "estar dominado por un permanente sentimiento de revuelta ante las injusticias del planeta; un sentimiento que no puede ser ahogado por la razón de Estado, las sutilezas diplomáticas o la sacralización del pragmatismo". Esa actitud de "revuelta permanente", explica, arranca de su infancia, cuando una maestra no quiso darle un caramelo de fresa en recompensa por su trabajo escolar. La maestra no compartía las ideas laicas del padre de Danielle, un enseñante masón perseguido por el régimen fascistoide del mariscal Pétain.

La levadura del pan no es esa sucesión de anécdotas sobre la vida de la pareja presidencial y la de sus perros tan del gusto del público norteamericano. Es el testimonio de una militante de los derechos humanos que arriesga la vida en sus viajes -el pasado verano escapó a un atentado con coche bomba en el Kurdistán iraquí- y que recibe anualmente 140.000 cartas pidiendo socorro desde todos los rincones del planeta. A veces, Danielle ensena esas cartas a Mitterrand y le pregunta: "François, ¿puedes hacer algo para remediar esto?". Y su marido responde: "Puedo hacer muy poco".

"Un inocente privado de sus derechos, una mujer torturada sin esperanza, un niño mal alimentado y sin educación, de donde quiera que vengan, encontrarán un interlocutor en France-Libertés", proclama Danielle. "Si no se tiene el poder de dar el pan", añade, "hay que seguir siendo al menos la levadura".

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