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El Madrid exprime el minuto de tregua rival

Santiago Segurola

El Madrid jugó mal contra la zona de Floro. Se miró en su espejo y se vio feo, como pesadote, muy poco favorecido. Puesto a elegir, el público se quedó durante la primera parte con la copia original, el Albacete, y con un jugador de aspecto fondón, culibajo, de paso corto: Zalazar. El resultado explicó mal las dificultades del Madrid, que cobró los dos goles en el único minuto de tregua que le dio el Albacete. Después se abandonó de nuevo a un fútbol monocorde, cuando tenía al rival sonado y la portería de Unanua medio abierta.

El Albacete tiene lo mismo que el pasado año, pero le falta mística. Está bien perfilado en el campo, se maneja con mucha propiedad en todos los aspectos y dispone de un puñado de futbolistas aceptables. No es suficiente. El Albacete es el último de la Liga, sin un punto. Esta a falta de todas esas cosas intangibles que al final son esenciales en el fútbol: la fe, la autoestima, la seguridad y esa relación positiva con el futuro que impide creer en la mala suerte y en los malos resultados. El Albacete dispuso de esa reserva de optimismo durante tres años e hizo un poco de historia en la Liga española. Ahora tiene el mismo sistema que ideó Floro, los mismos jugadores y más experiencia. No le sirve de nada. Le falta mística y parece dispuesto a comenzar el camino de retorno.

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El dueño de la zona

Mientras el partido se disputó de forma académica, el Albacete fue dueño del juego. Se medían los mismos sistemas en la cancha, con las defensas zonales, los cuatro zagueros atrás, las líneas apretadas para recuperar la pelota y la sensación constante de que había mucha pizarra en Chamartín. La superioridad del Albacete quedaba establecida por la participación de Jaro en el encuentro. El portero madridista tuvo un primer tiempo muy duro. Aguantó como pudo un remate de Meriéndez, otro de Zalazar y se salvó de un error de Pinilla, que levantó la pelota cuando todos anunciaban el gol. No era una extravagancia que Jaro apareciera como el mejor del equipo. Tenía más trabajo que nadie y lo resolvía perfectamente. Pero era un mal síntoma que el portero estuviera de figura. A la hinchada le gustan los porteros para resolver casos extremos, no en plan acaparador. Y así andaba Pedro Jaro, de poste a poste durante toda la primera parte.

La nota corría a cargo de Zalazar. El futbolista uruguayo negoció el poco fútbol de la noche y desarmó a los teóricos del metrochenta. Este Zalazar es un insulto a la proporción, pero dio un repaso a Hierro, el futbolista exuberante, largo, de músculo prieto, muy aparente. Al fondo de la comparación aparece uno de los problemas capitales del Madrid: su primer pasador no sabe pasar, o no dispone de criterio con la pelota. Hierro pega muy duro al balón, lo transporta con mucho poderío y golea con regularidad. Es un futbolista de mucho provecho, aunque no dirige, corta poco. y se pierde cuando el partido está crudo. Milla le acompañó con su aseo habitual, pero no cuenta con el calor de los hinchas y no tiene el rango del gran futbolista. Al Real Madrid le falta en ese punto un jugador que tenga carisma y clase.

Contra las defensas muy organizadas, la ausencia de un regidor multiplica los obstáculos del Madrid. Se atasca y se queda en manos de sus rivales. Mientras Zalazar tocaba y salía, buscaba el pasecito o el tiro largo, siempre con limpieza y eficacia, el Madrid tenía que echarse hacía un juego más voluntarista que otra cosa. Sin embargo, encontró su oportunidad y la exprimió al máximo. Cuando el partido se iba hacia un choque sordo y nervioso, el Albacete perdió reflejos y permitió dos estiradas de Hierro y Milla, los dos criticados precisamente. Uno encontró a Luis Enrique y el gol de Alfonso; otro buscó el penalti. Todo en un minuto.

El partido se había vencido del lado madridista. Quedaba por saber si habría algún apunte más, una nota que diera un poco de brillo a un encuentro fastidioso. No hubo nada. Apenas dos intervenciones de Toril en el pico izquierdo del área. Luego, nada. A esas horas, Zalazar ya no estaba para trotes y menos el Albacete. El Real Madrid estaba rutinario, satisfecho con el trasteo y con la victoria. La asignatura del juego quedó para la próxima convocatoria.

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