Roche culmina su rehabilitación con una victoria
El pelotón no tiene ya fuerzas ni ganas para orcer el veredicto favorable a Miguel Induráin. Incluso Claudio Chiappucci pareció dar or cerradas las hostilidades en una etapa cuyo trazado, largo, accidentado y mojado, prometía más emoción. La velocidad media descendió a 36 kilómetros por hora, un notición. El Tour es ahora terreno abonado para cuestiones periféricas, como el denodado trabajo del equipo ONCE por conservar el jersey verde -regularidad- de Laurent Jalabert, o sentimentales, como la victoria de Stephen Roche en La Bourboule. Nada de todo ello perjudica a Induráin, al que sólo le restan dos jornadas para dar por cerrado el trabajo en la contrarreloj de Tours.
La imagen de Roche llegando a la cima de Charlannes entre la niebla, solo, disuelto en esforzados golpes de riñón, quedará como una de las más emotivas de este Tour. El irlandés no pretendió con su esforzado gesto ameazar el mandato de Induraín tampoco aspiró con ello a labrarse un puesto en el podio. Fue más sencillo, algo así como un ejercicio reivindicativo o, mejor, una propuesta de rehabilitación. Los cuatro años que Roche la pasado en el páramo después e su gran temporada, la de 987, mancharon su imagen con diversos adjetivos, todos ellos desagradables. Pesetero, vago, incapaz y polémico fueron los más suaves. Pocas veces se habló durante ese tiempo de las tres operaciones de rodilla que surgió. Ahora, con 32 años y enroado en el equipo que le vio triunar (Carrera), vive sin ninguna resión por su condición de greario de lujo de Chiappucci, juso lo que necesita para volver arillar Su rendimiento en este our ha sido, hasta el momento,
oberbio.
La escapada de Roche fue la Itima del día. También la defiitiva, pese al tremendo esfuerzo el ONCE por garantizar una egada cómoda a Jalabert, que olvió a sumar preciosas ganan-
¡as en su cómputo como líder de clasificación por puntos. Induáin está obteniendo no poco rovecho de esta circunstancia. on los hombres de Manolo Saiz
n cabeza, su control de la carrea se limita a seguir la rueda de hiappucci. En eso, el español lla poco o, nada.
Lajornada homenajeó a alguo de los humildes del pelotón.
ernando Quevedo, del Seguros maya, el farolillo rojo, probó erte en una menuda aventura icial y después volvió a intenrlo al querer dar caza a dos esapados, Nijdam y De Clercq, mbos del Buckler. Intercalado tre ambos y el pelotón, Queveo disfrutó de unos momentos
e protagonismo, mínimo bálsao para sus doloridas piernas,
ero tremendo aporte energético ara su moral.
Su aventura, como la de Nijam y De Clercq, duró unos 80 ilómetros. Con ella se cerró el rimer capítulo de la etapa y menzó el segundo, el decís¡o. Sólo De Clercq aguantó la
cometida del pelotón, pero or poco tiempo. Justamente,
asta que Roche decidió tomar Í palabra.
El irlandés superó al belga en
acenslón a La Croix de Mo-
s 1
nd arrancó hasta un minuto e ventaja sobre el grupo tras conar su cima. En ese momento, do el trabajo duro estaba en las iernas de los ciclistas del NCE. No bastó. Roche cruzó meta con 46 segundos de vena sobre Ekimov. Después enó el resto de los corredores, inuido Induráin, ajeno a cualuier otra cuestión que no sea orrar un día más de su calenda-
o hasta París.
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