Mijaíl Tahl, ex campeón mundial de ajedrez
El lunes 29 de junio falleció en su Riga natal, a los 56 años, el ex campeón mundial de ajedrez Mijaíl Tahl, tal vez la personalidad más admirada y querida de toda la familia ajedrecística internacional. Hacía mucho tiempo que su salud estaba deteriorada de forma irreversible, y todos sabían que tenía los días contados; pero su increíble voluntad de vivir y su pasión por el juego del tablero parecían escollos que la muerte no era capaz de superar. Diez veces se le consideró desahuciado y otras tantas reapareció para volver a combatir en los torneos, cada vez más deteriorado físicamente, pero con su fuerza interior y su increíble talento gloriosamente intactos.Tahl comenzó a jugar a finales de la década de los cincuenta; en 1960 llegó a campeón del mundo al derrotar al legendario Mijaíl Botvinnik; su reinado fue tan breve como impresionante: sus fulgurantes combinaciones, su tórrida imaginación y su asombrosa capacidad de cálculo irrumpieron como un soplo de aire Puro en el cargado academicisino del ajedrez de la época. Fue el jugador de ataque más extraordinario de la historia, y su particularísima concepción del juego provocó un auténtico terremoto. Le llamaron gánster del tablero, le acusaron de superficial, pero nadie fue, en aquellos años, capaz de detener su rutilante ascenso. Tahl veía lo que nadie podía ver, hacía posible lo inverosímil y destrozaba con juvenil insolencia los cánones clásicos. Cada una de sus partidas era una obra de arte, y ello contribuyó de manera decisiva a democratizar y difundir este juego de reyes y caballeros. Como todo gran revolucionario, dejó una huella indeleble, y ya no fue posible, después de su aportación, jugar al ajedrez de la misma manera: los grandes jugadores de ataque de los últimos 30 años -Larsen, Spassky, Fischer, Kaspárov- son todos, de: alguna forma, hijos intelectuales del pequefio mago de Riga.
Perdió el título mundial en 1961 ante el propio Botvinnik, y ya no lo recuperó; pero la revolución estaba consumada. Se mantuvo durante 25 años entre los cinco o diez mejores jugadores del mundo, y en 1988 volvió a sorprender a todos al ganar, ya muy enfermo, el Campeonato Mundial de partidas rápidas (cinco minutos por jugador), superando entre otros a Kaspárov y Kárpov. Culto, amable y dotado de un agudo sentido del humor, pasó los años de su decadencia física bebiendo demasiado y fumando desesperadamente, con una conciencia serena y lúcida de su próximo fin. El último torneo de su vida lo jugó en Barcelona en abril de este año, y unos días antes, Leontxo García y el autor de es las líneas le entrevistamos: "Fue bueno perder el título en 1961", nos dijo. "Después de todo, ser campeón mundial es transitorio, mientras que el título de ex campeón dura toda la vida".
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