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Las gradas, desiertas

J M., Se trataba del reencuentro del Real Madrid Con su afición tras dejarse arrebatar la Liga en Tenerife. Había inquietud por saber si el público se desahogaría increpando al jugador, al entrenador o al directivo que se le pusiera por delante. Pero la gente del Madrid optó por la indiferencia; por dejar solo al equipo. Casi nadie acudió al Santiago Bernabéu que registró la entrada más pobre que se recuerda en. un partido oficial. Y era una semifinal de la Copa del Rey.

Los pocos que acudieron fueron suficientes para que que se notase su malestar. El presidente, Ramón Mendoza, escuchó algunos silbidos. También tuvo tiempo para comprobar cómo la oposición, representada por Alfonso Ussía, pedía a la entrada al campo firmas de apoyo para la moción de censura que pretende realizar en breve. El entrenador, Leo Beenhakker, se llevó también la bronca cuando mandó calentar a Alfonso. El público volvió a entender que era demasiado tarde. Y los jugadores fueron recibidos con división de opiniones al saltar al campo. Butragueño acaparó, junto a Chendo, los más sonoros pitos. Luego, los goles, las acciones individuales de Hagi, la elegancia de Tendillo y, sobre todo, el recital de Michel, calmaron un poco las iras de la gente, que volvió a enfadarse, y mucho, con los errores que originaron los tantos del Sporting.

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