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Más toros

Bueno, pues se acabó la isidrada. De ahora en adelante, cuando tenga que hablar de dónde hay que estar en la plaza de Las Ventas, sólo me referiré al del canalillo más, que es e que está pegado a la presidencia y plagado de aficionados (entiéndase por aficionado gente que va a los toros por afición a cualquier cosa, a jamón, a salir por la tele, a que le vean con algún famoso y, muy de tarde en tarde, a ver lo que pasa allá abajo sobre el albero). Como dice un amigo mío, aquí de toros no en tienden realmente más que los toreros y algún ganadero que otro.Desde el palco, inclinándose uno sobre el murete, podía verse al señor presidente cruzar los dedos antes de ordenar el cambio de tercio, mientras los caballeros que le acompañan, que suman entre todos vario, siglos de prudente vigilancia de la pureza de la lidia, miraban hacia nosotros cuando se nos distribuía la merienda de jamón, croquetas, merluza a la romana y fino. Apiadado una vez ofrecí pasarles un platito con jamón, de pata negra. El más distinguido de los sabios me rechazó la dádiva. "Nos lo tiene prohibido la autoridad". No sé qué clase de soborno estarían rechazando. Le di el plato con las servilletas de papel y lo utilizó para secarse las lágrimas.

Mientras tanto, una señora, que no seguía realmente la corrida, hablaba por un teléfono de los de bolsillo, y una modelo italiana exclamaba: "iKoselito, Koselito, eres el más guapo toreador, olé!". Michel, el jugador del Madrid, sonreía sin saber que se le iba a venir encima al domingo siguiente, y dos torerillos meritorios le miraban fascinados la pajarita a Chencho Arias. Este palco es impagable. Pienso estar allí el año que viene. También es verdad que, antes de que fuera la localidad in de la feria era el palco a donde la Guardia Civil conducía a los detenidos, vagos maleantes y espontáneos. Ésos sí que entendían de toros.

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