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La penitencia del PP

Juan Antonio Carbajo

A la fiesta de la bicicleta le robaron este año cuatro kilómetros, y ello no pasó inadvertido a los fijos. A la altura del faro de Moncloa -"mira, papá, el pirulí", dijo un niño hecho un lío-, la caravana rodeó los campos de deporte de la Complutense y giró hacia Rosales. "Este año no vamos a la Ciudad Universitaria". "Malo, malo. Empiezan a birlarnos metros", conversaban dos. En la meta se extendía el rumor de que el próximo año se cambiará el recorrido. El concejal de Deportes, José Gabriel Astudillo, del PP, lo comentaba en la tribuna del pistoletazo. "Es piara mejorar la seguridad y evitar problemas con el tráfico".Las 200.000 bicicletas campando a sus anchas por la Castellana y los coches relegados a los laterales forman una estampa que está absolutamente condenada en el programa electoral del Partido Popular. José María Álvarez del Manzano aseguró al llegar a la alcaldía que los cortes de calles se iban a reducir a lo imprescindible. Por eso intentó trasladar una carrera nocturna a la mañana -era verano y los atletas dijeron que bajo el sol del mediodía ellos no corrían- y hasta pensó en dejar circular a los coches en medio de la verbena de San Lorenzo, San Cayetano y la Paloma. Sin embargo, pasados unos meses de aquellas palabras, la calle de San Francisco de Sales se corta cada domingo para transformarse en un área recreativa que gestiona una empresa privada.

En la conciencia del PP gobernante resuenan más las bocinas de los vehículos que los alegres timbres de las bicicletas, que, corno ya dijo en un pleno el concejal de Circulación, "no son un medio de transporte". Y además, el Gobierno municipal va recolectando coartadas, como aceptar el traslado de esta fiesta del otoño lluvioso a la primavera radiante. Así, si antes era sólo un puñado de despistados los que quedaban atrapados por las calles sólo-bici, ahora caen en la red unos miles de madrileños que están deseando dominguear.

Tampoco es culpa de los ciclistas que las calles no queden expeditas de forma instantánea al paso del camión escoba. Ayer, tras el paso del último corredor, los agentes de la Policía Municipal se quedaban colgados del transmisor a la espera de una orden que en algunos puntos tardó bastante en llegar. Eso sí, dicho sea a su favor, los municipales se pusieron siempre de parte de los ciclistas y no perdieron los nervios ni cuando el pelotón de coches que tenían a sus espaldas rompía el silencio a bocinazos.

El PP está ya pensando en cambiar algo en la fiesta de la bicicleta, cuando bien podría ser ésta su penitencia por su enemistad con este vehículo (incluso Madrid ha perdido el final de la Vuelta a España de 1993). Es más, el área de Circulación debería estudiar los atascos que ocurren en esta maratón, que son tan serios como los otros. Por ejemplo, los que se produjeron en Alberto Aguilera o en la calle Mayor. Porque cuando cientos de bicis paran y a uno se le olvida poner el pie en el suelo, el efecto dominó es dramático. Ayer, "uno se rompió los piños y otro tuvo una fractura de clavícula", resumió un miembro de Protección Civil. Un ciclista tuvo que acudir a urgencias de La Paz.

Circuito permanente

Pero no todo son malas noticias para los deportistas de las dos ruedas. En la primera semana de junio el Ayuntamiento inaugurará el circuito permanente para bicicletas de la Casa de Campo, que aprovecha algunas de las carreteras cerradas al tráfico desde hace tiempo. El circuito llevará el nombre de Otero, en homenaje al patriarca de una de las familias más vinculadas al ciclismo madrileño.

El circuito del día de la bicicleta tiene en su comienzo, desde Príncipe de Vergara hasta la plaza de Castilla, una ligera subida. Es el primer sacrificio porque coge a los corredores en frío, pero es ampliamente recompensado por la pendiente hacia abajo del paseo de la Castellana. Un tramo que permite llevarse a la boca los trofeos recogidos en los avituallamientos: batidos y cacao para los primeros, y agua y sólo agua para el resto.

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