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Juan Velarde: profesor, funcionario, escritor

Un decenio después que su más querido maestro, Román Perpiñá, y tres años más tarde que su más significado compañero de generación y amigo personal entre los economistas españoles, Enrique Fuentes Quintana, el profesor Juan Velarde Fuertes ha obtenido el Premio Príncipe de Asturias para las Ciencias Sociales. Una honrosa distinción ciertamente también justificada en este caso, dada la larga y fecunda trayectoria profesional de quien es objeto de ella.Juan Velarde (Salas, Asturias, 1927) pertenece a la primera promoción de economistas de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de Madrid, cuyas puertas se abrieron en febrero de 1944. Y en el casi medio siglo transcurrido desde entonces, su obra expresa perfectamente lo mucho que la sociedad española de nuestro tiempo debe a un esforzado grupo de profesionales de la economía, cuyos derroteros biográficos coinciden en el tiempo con los que en el campo de la creación literaria componen la generación del 50. Aquéllos, en efecto, han hecho una destacada contribución en tres frentes: en el académico, consolidando los estudios de Economía en las primeras facultades que pueblan nuestra geografía académica; en el social, ganando con su trabajo credibilidad para una profesión, y en el político, finalmente, influyendo en el rumbo que la política económica española va a adoptar a partir del final de los años cincuenta y en una mayor racionalidad económica en la administración pública de los recursos. En esos tres planos, repítase, la actividad desplegada por Juan Velarde es ciertamente notoria.

Docente e investigador

Ha sido y es, ante todo, maestro de universitarios. Vocacional magisterio proyectado con generosidad, tanto en la docencia como en la investigación. Como docente, Juan Velarde, que fue nombrado profesor ayudante en 1947, obteniendo la cátedra en 1960 en la Universidad de Barcelona y cuatro cursos después en la Complutense, ha explicado economía española a más de cuarenta promociones de estudiantes y ha enseñado a enseñar a vanas docenas de profesores, contribuyendo decisivamente a decantar la orientación analítica de una asignatura de economía aplicada -Estructura Económica- que, gracias a su influencia, ha evitado, por una parte, los peligros del traperismo científico, y, por otra, fáciles tentaciones de ensayismo y también estériles disputas nominalistas, mal disimuladas bajo la apariencia de empeños intelectuales más ambiciosos.

Pero si extensa es su labor docente, tanto o más lo es su tarea como investigador. Impresiona, desde luego, la relación de sus libros, artículos y notas de carácter científico, con varios centenares de títulos propios y colaboraciones en volúmenes colectivos y revistas especializadas. Una vasta y caudalosa producción cuyos temas dominantes -dejando aparte los textos pensados expresamente como auxiliares de las explicaciones docentes- abarcan al menos seis campos. Primero, el análisis de etapas y problemas cruciales de la evolución económica española, especialmente durante la actual centuria, tratando de desvelar, bien ciertas constantes definitorias (como en su temprana investigación Sobre la decadencia económica de España), bien las claves de la política económica (como en el caso de uno de sus libros más citados: La política económica de la Dictadura). En segundo término, el estudio del pensamiento económico español contemporáneo, afanándose por rastrear influencias y aportes de autores que principalmente en el curso de los decenios interseculares destacan en nuestro panorama académico; un dominio que también comienza a cultivar tempranamente (incluso antes de su tesis doctoral sobre Antonio Flores de Lemus), con sucesivas entregas (sólo en parte recogidas en las obras Introducción a la historia del pensamiento económico español en el siglo XX, editada en 1974, y Economistas españoles contemporáneos: primeros maestros, aparecida en 1990).

Un tercer apartado lo integra una pléyade de análisis sectoriales, desde los dedicados a actividades agrarias (como el que contiene una implacable crítica del tratamiento que la producción ganadera española recibió en el Informe FAO-Banco Mundial de mediados de los años sesenta), hasta los referidos a empresas industriales (su no poco pionero y novedoso estudio del sector papelero español) o a actividades terciarias (entre otras, la bancaria). El cuarto grupo lo componen estudios sobre las empresas estatales y el sector público (con dos libros bien representativos de su atención al tema: España ante la socialización económica, aparecido en 1970, y El tercer viraje de la Seguridad Social en España, publicado en 1990). Un quinto eslabón, que engarza con el anterior, es el formado por las aportaciones sobre otros aspectos de la política social y sobre el mercado de trabajo en España, al que ha dedicado, una especial atención al compás de sus responsabilidades como vicesecretario de Estudios en el Ministerio de Trabajo, primero, y después como director del Instituto de Estudios Laborales y de la Seguridad Social (y quizá sea la excelente colección de Revista de Trabajo durante los veinte años que la dirige Juan Velarde lo que en este punto resume y expresa su fuerza). Otro epígrafe ha de recoger las investigaciones en las que el territorio es el eje del análisis, bien porque se estudia la distribución de la renta o las tendencias espaciales de la organización productiva, bien porque se tratan mono gráficamente zonas o enclaves con marcada singularidad geopolítica, como son Andorra, Guinea Ecuatorial o Gibraltar (dedicando a este último un libro, Gibraltar y su Campo, que fue galardonado con el Premio Nacional de Ensayo correspondiente a 1970).

Seis grandes rótulos, pues, los hasta aquí mencionados, que, sin embargo, dejan fuera todavía el examen de problemas económicos adentrándose en los dominios de la literatura (con originales interpretaciones de las obras de Azorín, Rusiñol o Cela) o en la historia de las ideas (como al ingresar en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas con un discurso sobre La larga contienda sobre la economía liberal, de 1978).

Variedad de temas cuyo tratamiento es con frecuencia tan audaz como detallista, tan sugerente como erudito, fruto de un proceder muy impresionista, más atento al dato nuevo que a la glosa del ya conocido, más proclive a añadir que a sistematizar y que no desprecia desarrollos colaterales del cuerpo central estudiado. Un extenso y abigarrado mosaico, en suma, como corresponde a una pluralidad inusual de conocimientos, de alcance enciclopédico, que sólo puede nutrirse en la voraz capacidad de lectura e indagación científica de este entomólogo de la Economía -como fraternalmente se le ha designado alguna vez- que es Juan Velarde: un "extraordinario saber, una aguda inteligencia y una enorme capacidad de trabajo", por decirlo con las palabras de Valentín Andrés Álvarez al darle la bienvenida en la Academia.

Funcionario y divulgador_

Pero si el trabajo en o para las aulas universitarias ha sido y es el que ha vertebrado toda su trayectoria profesional, no agota ni mucho menos el diario quehacer de Juan Velarde. Ha dedicado éste una parte también sustancial de su tiempo y de su talento durante algo más de treinta años al servicio de la Administración, con ese sentido radical del deber y la honestidad que en otro tiempo fue emblema de quienes hicieron del Instituto de Reformas Sociales una creación ejemplar dentro y fuera de nuestras fronteras -y el modelo está muy deliberadamente escogido, por cuanto que Juan Velarde ha estudiado reiterada y admirativamente la labor de dicha institución, promoviendo de paso la utilización de los estupendos fondos bibliográficos y documentales que la misma legó-.

Su aporte, en fin, a la creación de criterio de gobierno y de opinión autorizada sobre problemas de economía aplicada, no sólo la ha realizado en labores de asesoramiento y consejo desde su condición de cualificado funcionario público, y tanto en el despacho de cada día cuanto en comisiones y equipos de trabajo nombrados para cometidos específicos; la ha vertido también en otra de las facetas características de su laboriosidad: una copiosísima tarea de divulgación, sin rehuir, como en el caso de algún otro miembro preeminente de su grupo profesional y generacional, ninguna oportunidad, ya se trate de tribunas de conferencias, ya de páginas de prensa escrita, manteniendo activa presencia durante más de cuatro decenios en medios de comunicación social relevantes (y no es casual, desde luego, que, además del ya mencionado Premio Nacional de Ensayo, haya obtenido también el equivalente de Periodismo). Se cuentan ya, en todo caso, por miles los artículos que ha desperdigado en publicaciones de todo tipo, dando cuenta de sus lecturas y enjuiciando hechos descollantes de cada momento. Colaboraciones éstas que quizá más que otros escritos suyos pongan de manifiesto los rasgos de un acusado estilo expresivo, hecho de nervio y de eficacia, a la vez pulcro y apresurado, austero en los adornos y barroco en el trazado.

Pero no pretenden estas líneas ofrecer un perfil acabado de las realizaciones y de la personalidad de Juan Velarde; tan sólo quieren sugerir la entidad y la proyección de una actividad casi. desbordante y de una muy decantada forma de ser y de hacer. La impronta que Juan Velarde va dejando a lo largo de su dilatado itinerario profesional como economista de sólida formación, como docente vocacional y pundonoroso, ajeno a cualquier esquematismo; como investigador exigente y apasionado; como intelectual culto, tolerante y ayuno de toda petulancia; como competente funcionario público con acendrado sentido de la responsabilidad social; como hombre afectuoso y cordial, en fin, que sabe transmitir gusto por el trabajo y por la vida con esa sencillez cultivada de que hablara Juan Ramón Jiménez.

José Luis García Delgado es catedrático de Estructura Económica de la Universidad Complutense de Madrid.

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