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Ballesteros y Olazábal se muestran optimistas ante el Masters de Augusta

"Esto es Augusta. Todo puede ocurrir en los últimos nueve hoyos". La frase, del norteamericano Tom Watson tras ser superado en 1991 por el galés lan Woosnam, el campeón, y José María Olazábal, no es original. Responde al tópico del Masters en el sentido de que la tremenda presión final puede causar vuelcos espectaculares. Lo indudable, sin embargo, es que este torneo, el que abre anualmente el Grand Slam del golf, debe ganarse desde la primera de sus 72 banderas. Cuando los desenlaces apretadísimos o incluso los desempates se suceden, cada golpe es decisivo. Severiano Ballesteros y José María Olazábal se muestran satisfechos y optimistas.

Las incógnitas se han desparramado como la lluvia que, de persistir, haría más lentos y, por tanto, menos temibles los greens por el Augusta National Golf Club. Los pronósticos están abiertos y los periódicos ofrecen sus números telefónicos para que los aficionados los realicen. La cuestión principal se centra en si algún estadounidense podrá poner fin o no al dominio de los europeos desde 1988 gracias al escocés Sandy Lyle, una vez; al inglés Nick Faldo, dos; y al galés Ian Worsnam, una. Las secundarias se refieren a los nombres que se barajan para asumir ese papel de héroe y entre los que destaca el de Fred Couples, convertido de nuevo en el número uno mundial por las complejidades del sistema de puntuación.

Desprecio a Ballesteros

El reciente vencedor en Los Ángeles (California) y Orlando (Florida) se presenta, en efecto, como la gran baza norteamericana. Pero es consciente de que esa responsabilidad quizá resulte "excesiva" y contraproducente. A menudo es mejor pasar lo más inadvertido posible al principio. Es el caso, por ejemplo, de Severiano Ballesteros. Relativamente lejanos ya sus triunfos de 1980 y 1983, no se le expone como el candidato más definido, sino como uno de ellos. Hasta algún especialista de la vecina Atlanta, la capital del estado de Georgia, le ha despachado de manera despectiva: "Nunca más será el que fue". Pero a él no le molesta en absoluto que las miradas no converjan de modo exclusivo en su figura. No en vano puede argumentar, como anécdota negativa, que sus dos eliminaciones se produjeron en los años siguientes a los de sus victorias.El cántabro se siente ahora "satisfecho" de cómo ha comenzado la temporada. Ha sumado dos éxitos más en el Clásico del Desierto en Dubai (Emiratos Árabes), y en el Open de Baleares, cuando, explica, sus inicios suelen ser "algo bajos". El hecho de que .no pasara el corte en el Campeonato de los Jugadores, en Ponte Vedra (Florida) dos semanas atrás no Id ha afectado. Así, prefiere aludir a su buena actuación en el turno precedente, el de Nueva Orleans (Louisiana) en el que llegó a ser el líder al término del primer recorrido. Además, se ha mentalizado para no acordarse de sus frustraciones en el Masters, como las de 1986 y 1987 frente a los estadounidenses Jack Nicklaus y Larry Mize: "Cada competición es diferente. No estoy preocupado por nada. Como siempre, aspiro a ganar". El zimbabuense David Leadbetter, el entrenador más prestigioso y el artífice de la explosión Faldo, le apoya luego de trabajar unos días con él: "Se halla en un espléndido momento de confianza en sí mismo".

Quien, por supuesto, también va por todo, es Olazábal. Su reto psicológico es muy fuerte porque regresa al escenario de su desilusión más profunda, la de 1991, cuando se quedó a un golpe de forzar el play-off con Woosnam. Pero la ambición deportiva del ganador en 1992 en las citas de Tenerife y Valencia le anima a superarlo: "Estoy realmente feliz con mi juego actual, aunque es obvio que siempre puede mejorar. Ya sí que me sale derecho [entonces tuvo serios problemas con sus drives]. Con sinceridad, creo que puedo cuajar una buena actuación y, ¿por qué no vencer?".

Primera alternativa

El vasco sabe que constituye la primera alternativa a los triunfadores europeos ya conocidos. Unos y otros están seguros de que su primera victoria grande se encuentra cercana. En estos días se ha preparado junto a Ballesteros y al legendario Gary Player. Como de costumbre, su compatriota se ha deshecho en elogios hacia él: "Tiene el suficiente toque alrededor del green para imponerse en Augusta". Pero el surafricano todavía ha sido más expresivo: "Está jugando como alguien destinado al triunfo. Sus lanzamientos largos son perfectos". Incluso el último ganador, Woosnam, no se ha resistido a comentar que le gustaría ponerle el domingo la celebérrima greenjacket (chaqueta verde).El pequeño gran jugador británico, eso sí, está procurando oponer la humildad a la tensión de ser el defensor del título. Incluso ha ironizado diciendo que su fonna es tan mala que de no tener que asistir por el protocolo a la ceremonia final del Masters hasta podría irse de Augusta el viernes.

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