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El Madrid sobrevive al 'catenaccio' del Torino

Santiago Segurola

El Madrid sobrevivió a una noche muy dificil. Fue un partido que comenzó con sordina y terminó a todo trapo: hubo goles, bronca en la cancha y tensión en los graderíos. El Madrid no claudicó al gol del Torino, y ahí estuvo su mayor mérito. Fue capaz de sobreponerse a un resultado adverso, algo que no había ocurrido en toda la temporada. Esta dureza psicológica tendrá que acreditarla en Turín, donde le espera un duelo tremendo.El juego apenas existió en Chamartín, sometido el fútbol a las condiciones que puso el equipo italiano. El Torino apeló al catenaccio. Metido en su campo, confiado en el desgaste mental del Madrid, el Torino no dejó un gramo de grandeza en el césped. Hizo todas esas cosas que enlazan con la peor tradición del fútbol italiano: la especulación con el resultado, el papel secundario de sus mejores jugadores y su habilidad para sacar petróleo de cualquier concesión de sus adversarios.

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La mézquina fórmula italiana provocó dificultades en el Madrid y también en el Torino. Scifo, Martín Vazquez y Lentini sobraron en un equipo que no quiso la pelota. Para el Madrid, fue una lucha desesperada. Tenía el equipo de Beenhakker un montón de asignaturas pendientes: su pobre trayectoria europea en los últimos años, un rival italiano y la falta de recursos para atacar el blindaje del Torino. Por un momento aparecieron todos los fantasmas. Fue cuando marcó Casagrande. Entonces se enfrentó el Madrid al peor paisaje posible: la eliminación en su cancha y las viejas acusaciones de debilidad. Ni tan siquiera la atmósfera ayudaba al Madrid. La primera parte se había vivido bajo silencio. Nada quedaba de las célebres noche europeas del Bernabéu. Sin ningún calor ambiental, el Madrid se dispuso a una dura labor de zapa. La única vía de penetración estaba propiciada por un error conceptual de los rivales. El Torino dedicó toda su atención a Hierro, al que concedió el status de Maradona. Para detenerle, Mondonico le dedicó un defensa central, Annoni, que acababa perdido en el centro del campo, a la busca de un futbolista que sólo tiene peligro de veras en el área de remate. El Madrid encontró el boquete en el centro de la defensa italiana en algunos pases interiores. Era una concesión inesperada del Torino, un suspenso en catenaccio.

El partido llegó a un punto de indefinición en los últimos momentos del primer periodo. El Madrid comenzó a desesperarse y el Torino renunció a jugar. Martín Vázquez parecía abrumado por su retorno al Bernabéu, por el rechazo de su equipo a crear fútbol y por su actitud indolente. Era un partido que debían ganarlo los grandes jugadores, y por allá no apareció Martín Vázquez.

La noche perteneció a Michel, un futbolista que siempre ha vivido bajo sospecha. El interior madridista ganó el partido pata su equipo. Había marcado Casagrande tras un error de Buyo y se necesitaba algo más que la presencia de Rocha para intimidar al Torino. Fue la hora de Michel. En la banda derecha destrozó a Policano y participó en casi todas las jugadas que se produjeron en la última media hora. En los dos goles estuvo colosal. En el primero, quebró con una soltura deslumbrante a un defensa italiano y dio un pase rapidísimo a Hagi. El segundo tanto tuvo los matices habituales en Michel. Desde la raya de fondo es formidable. Cruzó la pelota con el punto exacto de suavidad y colocación, uno de esos centros que siempre busca Hierro. Entre todos los defensores italiano, se elevó y cabeceó. Un gran gol.

El partido entró entonces en vía abierta. Butragueño desbordó siempre a Bruno, pero apenas recibió la pelota. El Madrid veía la posibilidad de un nuevo gol, y sin embargo tuvo que agradecer su victoria a una majestuosa intervención de Buyo, que rechazó de manera milagrosa un remate de Lentini. Eran los coletazos de un partido que acabó de forma sintomática: con Michel como héroe y Martín Vázquez de lateral izquierdo, un triste destino para un gran jugador.

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