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Ligera ventaja de los laboristas británicos sobre los conservadores, según las encuestas

Enric González

Los conservadores británicos, John Major el primero, empezaron a pregonar ayer que no creen en las encuestas: señal inequívoca de que les son adversas. Las dos últimas otorgan una ventaja de cinco puntos a los laboristas, suficientes para obtener la mayoría absoluta.

Falta mucha campaña y, en las casas de apuestas -el indicador más realista-, ambos partidos siguen empatados. Pero los laboristas empiezan a creer en la victoria, y se les nota, mientras los conservadores ya no están seguros de ganar, y se les nota también.Los dos grandes partidos presentaron ayer, casi simultáneamente, sus manifiestos electorales. El laborista, titulado Es hora deponer Gran Bretaña en marcha otra vez, confirma la línea de moderación impuesta por Neil Kinnock en los últimos años: ya no se aboga por la nacionalización de las compañías privatizadas por Margaret Thatcher ni se propugna el desarme nuclear del Reino Unido.

El manifiesto conservador, El mejor futuro para Gran Bretaña, demuestra también que en estas elecciones no hay sitio para el radicalismo: se sustituye la proyectada privatización de los ferrocarriles por una tímida introducción de franquicias privadas, y se hace hincapié en la mejora de los servicios públicos, desde la sanidad a la educación pasando por el transporte, todos ellos penosamente degradados durante la década thatcherista.

Semejanzas y diferencias

Los dos manifiestos guardan muchas semejanzas y dos grandes diferencias. La primera está en los impuestos. Los conservadores prometen reducirlos para todo el mundo. Los laboristas, en cambio, los suprimen para los salarlos más bajos y los elevan progresivamente hasta el 50% para los salarlos superiores a los 7,2 millones anuales.Los laboristas claman, con cierta lógica, que la renovación de los servicios e infraestructuras requiere una enorme inversión pública y, por tanto, más impuestos. Los conservadores siguen apostando por la "libertad de elegir, porque los ciudadanos saben mejor que el Estado en qué hay que gastar el dinero", en palabras de Major.

La otra diferencia está en la reforma constitucional. Los laboristas quieren la autonomía para Escocia y Gales, a la que se oponen por completo los conservadores. En esta cuestión, las encuestas están a favor de los laboristas. No sólo los escoceses y los galeses se muestran a favor de la llamada devolución; también la mayoría de los ingleses piensa que tendría ven tajas. Al menos, la de reducir el claro exceso de representantes escoceses en el Parlamento de Westminster.

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Pero la cuestión central de la campaña sigue siendo la economía. Lo que más preocupa al electorado es la recesión, que destruye un puesto de trabajo cada tres segundos y dos centenares de pequeños negocios cada día. Y la historia demuestra que las crisis son muy propicias, electoralmente hablando, para los laboristas. Los datos aparecidos esta semana sobre la producción industrial en enero, que revelan una fuerte caída del 0,7%, han sido agua de mayo para Kinnock y granizada para Major.

Los apuros del líder conservador se repetirán dentro de unos días, cuando se conozcan los indicadores sobre desempleo, previsiblemente muy negativos. Otro indicador, el de actividad comercial, mostró ayer un leve incremento y concedió un respiro a los conservadores, que agitan con creciente insistencia el espantajo del último Gobierno laborista, entre 1974 y 1979, "la época de las huelgas, los piquetes y las tiendas cerradas", según evocó ayer sombríamente John Major.

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