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El Rally de Inglaterra, una carrera fascinante

Kankkunen y Sainz se juegan el Mundial en él

El finlandés Juha Kankkunen (Lancia Delta Integrale 16 válvulas) y el español Carlos Sainz (Toyota Celica) se jugarán, a partir de hoy y hasta el próximo miércoles, el título mundial de rallies. El finlandés ya ha sido campeón en dos ocasiones (1986 y 1987) y el español es el poseedor actual del cetro. Kankkunen, segundo en el Rally Catalunya, encabeza la clasificación del Mundial con 138 puntos, ocho más que Sainz. Los dos tienen que marcarse. Sainz necesita quedar por delante de Kankkunen para renovar su título; el finlandés tiene la obligación de pretender lo mismo. Y todo ello en un rally, el RAC de Inglaterra, calificado por todos como de lotería.

ENVIADO ESPECIALHace un tiempo tan desagradable que lo que menos apetece es correr. Llueve, hace frío, hay niebla, barro, agua, piedras. El RAC lo tiene todo, no sólo la imprevisión, sino también la incertidumbre, el no saber por dónde te van a venir los problemas o cómo vas a poder superar a los rivales que, de pronto, dejan de luchar contra ti porque ya están fuera de carrera, nadie sabe cómo ni donde, pero ya no figuran en las clasificaciones.Toyota, por si acaso, por aquello del Catalunya -ya saben: un Celica que no arranca a las 7.02 de la mañana de un lunes y allí, en el parque cerrado, no hay nadie, ni un mecánico, ni un técnico-, ha decidido poner sobre las pistas embarradas un solo coche, un solo candidato. Se trata de Carlos Sainz, que lleva dos semanas entrenándose por tierras inglesas y que de Lloret de Mar se trasladó al Reino Unido, pasando antes por Madrid a cambiar de maleta, renovar ilusiones y olvidarse de que, de haber sido todo normal, de haber tenido un ingeniero junto a él aquella mañana de lunes, ahora sería ya bicampeón. Eso, aunque se intente, es difícil de olvidar.

Pero a Sainz no le desagrada enfrentarse a cara de perro con Kankkunen. Ya lo ha derrotado en más de una ocasión en esas condiciones. Tampoco le desagrada el RAC, aunque preferiría haber podido entrenarse más o que no fuese una lotería. Y no le desagrada porque, al igual que su rival, ya lo ha ganado. "Sería absurdo", señaló Luis Moya, copiloto del campeón, "decir que vamos a acusar la presión, la tensión, la necesidad de ganar. Llevamos tres años corriendo en estas condiciones y ahí estamos, corriendo, ganando, siendo campeones".

Al día siguiente de abandonar el Rally Catalunya, Sainz y Moya viajaron a Inglaterra, no sin antes montar rápidamente el traslado del maldito coche a Harrogate, sede de la primera etapa del RAC. Solucionado, claro, el problema de una de las centralitas eléctricas, Sainz y Moya iniciaron hace 15 días los entrenamientos.

El RAC tiene un recorrido total de 2.371 kilómetros, de los que 466 corresponden a las 37 pruebas especiales del rally. La carrera empieza a las 7.00 de mañana en Harrogate, donde se disputarán las llamadas Mickey Mouse, pruebas especiales en circuitos y parques públicos para dar espectáculo. El lunes se disputarán 12 especiales en la zona de Gales. La tercera etapa arrancará en Chester a las siete de la mañana y discurrirá por Escocia, donde el tramo más largo es de 40 kilómetros. La última etapa, aunque únicamente tenga cuatro tramos cronometrados, no permitirá cantar victoria hasta el final. El RAC es una lotería.

La inscripción, como siempre que se habla o escribe del RAC de Inglaterra, es brillantísima, copiosa, espectacular, repleta de campeones del mundo, de ganadores de rallies. Hay un montón de Lancia (Juha Kankkunen, Didier Auriol, Massimo Biasion, Bruno Saby, Gustavo Trelles, Per Eklund ... ), cuatro Mitsubishi Galant (Kenneth Eriksson, Timo Salonen ... ), tres sensacionales Subaru Legacy (Markku Alen -próximo compañero de Sainz en Toyota-, Ari Vatanen y Colin McRae), dos Ford Sierra Cosworth (François Delecour y Malcolm Wilson), tres Mazda 323 (Tommi Makinen, Hannu Mikkola y Gregoire De Mevius) y dos Nissan Sunny (Stig Blomqvist y David Llewellin.

Demasiada gente, demasiadas estrellas, demasiados pilotos para ser simples espectadores del último duelo. Aunque sea a muerte.

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