Distancia, aguante y temple
, El caso de la torera Cristina Sánchez es, por el momento, único, y entronca directamente con sus antecesoras Juanita Cruz y Maribel Atienza, cuyas hojas de servicio incluían triunfos en plazas como Madrid y Sevilla.
Ella sabe que se desenvuelve en la que posiblemente es la profesión más machista del mundo. Una parte del cotarro masculino que asiste a los festejos en que interviene va por el morbo de verla volar por los aires a causa de las embestidas de los bicornes, lo que, por desgracia, era el áspero y mayoritario espectáculo habitual de las mujeres que querían ser toreras, con las excepciones de Cruz, Atienza y pocas más.
Ella misma señala: "Se creen que somos unas marías incapaces no ya de superar a los hombres, sino ni siquiera de acercarnos mínimamente a la orto-
doxia en nuestros pases. Y, claro, conmigo se equivocan".
Y se equivocan porque Cristina aplica o trata de aplicar todas las tardes las mejores armas táuricas. La torera se adorna con un amplio repertorio de suertes con percal y pañosa, y su único punto débil resulta ser por ahora, y sólo a veces, el de la espada. Su lidia habitual es de distancia, aguante, temple y ligazón. Y toda ella Horcada de la catadura del torero artista con el que parece haber nacido.
Cristina Sánchez también lo comenta con su indudable sentido del humor: "Soy o intento ser como el colombiano César Rincón, pero en mujer". Los espectadores que contemplan sus faenas suelen batir palmas con frenesí, conquistados por su toreo, y salen de los cosos convencidos de que esta mujer no es simplemente una maria. Es simplemente una torera. ¡Casi ná!
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