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El Sevilla explotó el antifútbol del Athletic en San Mamés

El Athletic sigue fiel a sí mismo. Su pasión por el tradicionalismo se antoja enfermiza y el desorden futbolístico se esgrime como el único argumento de futuro. Embobado con su extrema juventud -un pecado más que una virtud en estos casos-, ofertó ante el Sevilla un completo manual de infantilismo, una ausencia de malicia insoportable, un desorden táctico con notables errores y una pertinaz riña con los fundamentos básicos del balompié. Poco le importó al Sevilla no contar con matadores del área, ni siquiera con novilleros aventajados. Le bastó el sentido de la orientación otorgado por Bengoechea, un pase genial de Ramón al uruguayo en la primera mitad y un exceso de picardía de Zamorano o de candidez del debutante Quique para cocinar una victoria tan insípida como justa.A los pocos minutos del encuentro pareció excesivo el honor rojiblanco de inaugurar la Liga. Hasta el minuto 37 no atentó el Athletic contra el portal de Unzúe, aunque media hora antes Bengoechea hubiese descerrajado la portería del debutante Quique en una jugada inteligente de Ramón corroborada con la manifiesta ingenuidad defensiva del Athletic. En cierto modo optó el conjunto de Iñaki Sáez por la contracultura futbolística: ni un pase al compañero, ni dos toques de balón seguidos, ni un tiro a gol, ni un estilo definido, ni un espacio determinado. En suma, todo un diccionario de carencias y defectos digno de visualizarse para la escuela de entrenadores como vademécum de enfermedades futbolísticas.

El Sevilla, disminuido en su dignidad futbolística, optó por el oficio y el destajo, trabajó con orden y algún concierto, evidenció algunos oasis de imaginación ofensiva y al menos sus hombres ofertaron dosis suficientes de profesional sino. Por su parte, su nuevo técnico, Víctor Espárrago, ofreció rigor en los esquemas. El resto corrió a cuenta de la desgraciada actuación rojiblanca.

La frialdad con que acogió el público el debú liguero del Athletic se vio correspondida por los jugadores, cuya primera ocasión de gol la ejercitó Ciganda en el minuto 75, con adecuada respuesta de Unzúe. El Sevilla aprovechó las suyas con precisión milimétrica. En una lucha absurda entre el orden y el caos, el Sevilla impuso su ley. Entre otras cosas, porque el Athletic no cuenta en su plantilla con hombre alguno que atesore el carácter, la personalidad y el destello suficientes para inaugurar oasis en lo que se antoja una travesía del desierto desde el primero hasta el último día de la Liga.

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