La contra del Atlético fulmina al Barcelona
El Barcelona que llevaba camino de cerrar el ejercicio con una cuenta de resultados brillante, puede presentar ante su junta de accionistas unos beneficios exiguos. Los esfuerzos del técnico Johan Cruyff por mentalizar a una plantilla embriagada por el título de Liga han resultado estériles. El Barça se ha desinflado como un globo. Recientemente, tiró por la borda la Recopa y ahora está a punto de hacer lo mismo con la Copa del Rey, en beneficio del Atlético de Madrid, que a lo largo de toda la temporada siempre ha sabido plantarle cara al conjunto azulgrana en sus enfrentamientos particulares.Teóricamente, el Barça tenía las puertas de un nuevo título abiertas de par en par. Su rival de semifinales, con mucha más entidad que Sporting y Mallorca, llegaba al Camp Nou envuelto en su eterna crisis. Con un técnico, Tomislav lvic, destituido por una supuesta depresión; con una plantilla soliviantada y con un nuevo técnico también propenso a las depresiones, Luis Aragonés, que no se sentó en el banquillo porque todavía cobra del Español. De ninguna de esas debilidades del rival supo sacar partido el Barça. El equipo de Cruyff, justo es reconocerlo, acorraló durante los primeros 25 minutos a su rival, que pudo encajar hasta tres goles y uno que entró fue anulado muy dicutiblemente por el árbitro. Paradójicamente, el Atlético se movió a las mil maravillas encerrado en su área, quizá porque sus hombres han asimilado esos proyectos inmobiliarios de su presidente Jesús Gil y Gil, el flamante alcalde de Marbella que piensa construir habitáculos de 30 metros cuadrados para cumplir una de sus promesas electorales.
El Atlético jugó de una forma muy parecida a la de Ivic, pero es indudable que la mano de Luis Aragonés se notó durante todo el transcurso del partido. Sus hombres estuvieron mejor colocados sobre el terreno de juego, excelente la coordinación de sus cinco defensas y especialmente sus laterales, mucho más avanzados. Sólo les faltó el pressing en el centro del campo para tener hechuras de gran equipo en primera categoría. Pero a estas alturas de la vida no se le pueden pedir esas cosas a Schuster, que se pasea por el campo y se esconde cuando le pone el pie su marcador, que anoche fue Ferrer.
El arma letal de toda la vida del Atlético ha sido el contraataque. Y de un contraataque murió, precisamente, el Barça. Fue el rebelde de Futre, que unas horas antes había estado en manos de los intermediarios, quien le dio la primera alegría a Gil. Futre no hizo otra cosa que poner en evidencia los riesgos que corre Cruyff, fiel a sus ideas, y siempre al filo de la navaja.
Anoche ni siquiera estaba en el banquillo para salvar la papeleta el desgarbado y criticado Julio Salinas. Sí estaba sobre el césped del Camp Nou un búlgaro primitivo, llamado Stoichkov, que volvió a montar el numerito. Si la mala uva que se gasta en momentos inoportunos se le inyectara a sus compañeros, quizá el Barca no se hubiera desinflado tan rápidamente. Quizá por eso Cruyff y Núñez sueñan ahora con Hugo Sánchez, para darle la vuelta al calcetín la próxima temporada en la que no se puede ir de esmoquin.
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