López Ocaña revela la ubicación de un centro de los GAL en Madrid
Miguel Ángel López Ocaña, el testigo que ha permitido hasta ahora avanzar más en el esclarecimiento del asesinato de Santiago Brouard, dirigente de Herri Batasuna (HB), reveló en su última comparecencia ante la juez de Bilbao el emplazamiento de un antiguo centro logístico de los GAL en Madrid. El testigo afirmó haber visto allí al teniente coronel de la Guardia Civil Rafael Masa y contestó dos veces "puede ser" a una pregunta sobre la presencia de los policías José Amedo y Michel Domínguez, procesados en relación con los GAL.
Miguel Ángel López Ocaña denunció ante la juez que había recibido presiones para exculpar a Juan José Rodríguez Díaz, El Francés, procesado como cooperador necesario en el atentado. Este crucial testigo mantuvo el 23 de febrero un careo con el francés Jean Louis Perales, a quien López Ocaña liberó de cualquier responsabilidad en el asesinato de Brouard, perpetrado el 20 de noviembre de 1984.Pero lo más importante iba a iniciarse después, cuando el testigo reclamó de la juez un careo con Rodríguez Díaz y reconoció como falsas algunas declaraciones suyas exculpatorias de El Francés, que atribuyó a amenazas de "abogados y policías".
López Ocaña añadió enigmáticamente que ahora ya no tiene nada que perder y mostró su disposición a soltar la lengua. A continuación, volcó sobre la mesa un torrente de informaciones y se refirió por primera vez citándolo con su nombre al teniente coronel de la Guardia Civil Rafael Masa, al que dice haber visto en Madrid en varias ocasiones con Luis Morcillo Pinillos.
Contra Morcillo existe una orden internacional de busca y captura por presunta participación en el asesinato de Brouard. Miguel Ángel López Ocaña, empleado en 1984 como chófer de Morcillo, agregó que Masa frecuentaba los apartamentos Villamagna, de Madrid. En este establecimiento, Morcillo le pagaba a López Ocaña un apartamento en la planta 14 con el fin de mantener reuniones y contactos, mientras el declarante seguía residiendo en su domicilio.
Clave Oso
La trama de la que Morcillo formaba parte disponía de otros dos apartamentos en el mismo bloque, en plantas inferiores, y de tres plazas de garaje. López Ocaña describió como burocráticas sus funciones. Para poner en contacto a la visitas con Morcillo empleaba un buscapersonas.En los apartamentos se organizaban distintos tipos de negocios, incluidos atentados en el sur de Francia y tráfico de joyas. Cada actividad tenía una contraseña para diferenciarla de las demás. Los atentados contra presuntos miembros de ETA, por ejemplo, respondían a la clave Oso. Las actividades de esta trama de los GAL en los apartamentos Villamagna duraron al menos seis meses, desde mediados de 1984 hasta principios del año siguiente.
López Ocaña se negó a confirmar las visitas al lugar de los policías José Amedo y Michel Domínguez, pendientes de juicio por su presunta participación en atentados de los GAL.
Este testigo contestó dos veces con un "puede ser" las preguntas al respecto y manifestó de forma explícita que por ahora no quiere decir más. En otro momento de la declaración, sin embargo, se refirió a los miembros de la trama como "Morcillo y los demás" y aclaró a preguntas de la juez que "los demás" son Masa y Amedo.
Los antiguos apartamentos Villamagna están situados en el número 6 de la plaza Ciudad de Viena. En 1988 cambiaron de propiedad. El complejo, de 22 plantas, dejó de ser apartahotel y pasó a manos de Explotaciones Turísticas Moncloa bajo la denominación Apartamentos Villa Moncloa. La comprobación de los contratos de alquiler o el registro como huéspedes de Morcillo y López Ocaña es imposible, según un portavoz de dicha empresa, ya que la documentación se destruye pasados cinco años, al acabar el período de responsabilidad fiscal.
López Ocaña reafirmó ante la juez su condición de confidente del grupo noveno de la Brigada de Policía Judicial de Madrid, dirigido por el comisario Fernando Cos Gayón. Según él, los policías le pagaban los soplos con drogas. Morcillo también retribuía por el mismo procedimiento sus servicios, entre otros, viajes al sur de Francia cuyo objeto no concretó.
El testigo se reafirmó durante la declaración como coautor del asesinato de Brouard, en unión de Luis Morcillo. Esta insistente autoinculpación de Miguel Ángel López Ocaña que se prolonga desde hace dos años, no ha sido tenida en cuenta por ninguna de las sucesivas jueces y parece destinada a dejar al margen a su hermano Rafael, el único procesado hasta ahora como autor del crimen.
Rafael López Ocaña ha sido reconocido por una testigo presencial, la enfermera de Santiago Brouard. Una cuñada suya le vio, asimismo, retirar de un domicilio de Madrid las armas empleadas en el asesinato.
Pastillas de LSD y una bala
El atentado contra Brouard pudo haberse aclarado en pocas semanas, pero alguien bien informado lo impidió. A los dos días del asesinato, el comisario Antonio Rosinos recibió un telefonazo. Un colaborador le ofrecía "venderle" a los pistoleros por cinco millones de pesetas. El soplón, Alberto Granados Céspedes según todos los indicios, recibió cinco pastillas de LSD en vez de los cinco millones y, como no fueron bastante para acabar con él, un balazo en la cabeza.Rosinos, encargado de investigar el asesinato del dirigente de HB, comprobó la información que le ofrecían preguntando sobre las armas detalles entonces desconocidos. Su interlocutor pasó la prueba. El policía obtuvo autorización para usar los fondos reservados y preparar la minuta. Pero para entonces alguien había ahuyentado al hombre que lo sabía todo.
El informador de Rosinos era, según los datos que obran en el sumario, un heroinómano y confidente policial de Madrid, Alberto Granados Céspedes. Granados pudo facilitar a Rosinos detalles exactos e inéditos sobre las armas porque las conocía a la perfección. Había participado en la preparación del atentado y las armas habían reposado en su casa del barrio de Caño Roto.
Miguel Ángel López Ocaña ha terminado por revelar a la juez el final del chivato, que quiso hacer doble juego. El entonces capitán de la Guardia Civil Rafael Masa conoció el ofrecimiento de Granados y presionó a su colaborador Luis Morcillo para que le eliminase. Primero, alguien cuya identidad López Ocaña se niega a desvelar le puso en una bebida cinco pastillas de LSD.
El brebaje le produjo al confidente un ataque agudo de enajenación mental, que obligó a internarle en un psiquiátrico. Granados murió en su casa de Caño Roto de un balazo en la cabeza, disparado por su cuñado Miguel Ángel López Ocaña el 15 de agosto siguiente.
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