El fin de una maldición
Blanca Fernández Ochoa acabó ayer con la maldición deportiva que se inició en octubre de 1989, cuando sufrió una caída en el glaciar de Hintertux (Austria) mientras se entrenaba. Fue intervenida en Barcelona y la operación consistió en una artroscopia quirúrgica del hombro izquierdo, el cual presentaba una ruptura parcial del ligamento. La lesión obligaba a Blanca a permanecer cuatro meses sin esquiar.La mejor esquiadora española de todos los tiempos tomó entonces, junto con su entrenador y compañero Danielle Floretto, una decisión drástica, pero acertada: no participar en las pruebas de la temporada. Competir habría significado el riesgo de aumentar la lesión y también el de no obtener buenas clasicaciones. Esta última circunstancia podía haberle hecho perder la categoría de primera serie al no conseguir los puntos necesarios.
La esquiadora española ha recuperado totalmente la movilidad en su hombro izquierdo en su casa de Cercedilla (Madrid) donde nació. Blanca ha tenido tiempo para dedicarse a pintar, su pasatiempo favorito, y perfeccionar su inglés, antes de volver a los entrenamientos y a la élite.
Blanca ha sido la única deportista española con gran nivel internacional en los últimos años hasta la aparición de las tenistas Arantxa Sánchez Vicario o Conchita Martínez. Blanca rozó la hazaña. Sucedió en los Juegos Olímpicos de Calgary, en 1988. Aquel 24 de febrero, con toda España pendiente de su éxito, Blanca cayó en la segunda manga del eslalon gigante, cuando en la primera había logrado el mejor tiempo. Blanca perdía, así, su gran oportunidad de ganar una medalla olímpica.
En Albertville 92, Blanca tendrá 29 años, demasiados, en principio, para el esquí de alta competición. Pero a Blanca no le importa ser la más veterana. "Que se preparen las jovencitas", dijo. Blanca recordó que otras campeonas, como la austriaca Anne Marie Proëll, triunfaron tras una temporada en el dique seco. Ayer se demostró que tenía razón.
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