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El fin del monopolio de Televisa abre una guerra de televisiones en Mexico

Antonio Caño

La guerra de las televisiones se ha abierto plenamente en México, y con ella, piensan los optimistas, la posibilidad de una televisión pluralista y de mayor calidad. Es una guerra con dos frentes: el dominio de la poderosa compañía Televisa y el control de dos nuevos canales privados que deben poner fin al monopolio actual antes de un año. En cierta medida es una guerra con un trasfondo de millones, poder, parentescos, amistades y traiciones que recuerda mucho a las últimas historias de amor y dinero que cautivan al público español.

El primer protagonista de esta historia televisiva -pero en absoluto televisada- es el presidente Carlos Salinas, quien, pese a sentirse muy cómodo con el estatus tradicional de una sola televisión privada más oficialista que la pública, decidió el mes pasado sacar a la venta dos de los tres canales del Estado en la ciudad de México y otros más en el interior. El Gobierno está desde ahora abierto a ofertas, tanto nacionales como extranjeras.De haber quedado ahí, el caso no hubiera pasado de ser un paso más en el largo calvario de Salinas para desmontar uno de los estados más mastodónticos del mundo. Pero parece como si las estructuras de Televisa se hubieran sacudido por la noticia; surgió coincidentemente una batalla en el seno del famoso grupo y se sumaron a esta historia tres personajes en cuyos nombres se resume buena parte de la realidad de este país: Emilio Azcárraga Milmo, Miguel Alemán Velasco -hijo del ex presidente Miguel Alemán- y Rómulo O'Farril junior.

Crisis

La relación entre estos tres primeros espadas, sus amores y sus odios, se remontan, desde luego, a décadas atrás, pero sólo ahora ha estallado una crisis de consecuencias todavía difíciles de predecir.Por razones desconocidas, O'Farril -don Rómulo- ha decidido retirarse de la compañía en la que ostentaba el título de principal accionista nominal, con cerca del 20% del total. Alemán, cuya participación había ido disminuyendo en los últimos años hasta quedar en niveles poco más que simbólicos, está decidido a seguir los pasos de su socio porque, al parecer, no quiere quedarse solo frente a la familia Azcárraga, que entre Emilio y sus hermanas Laura y Carmela, controla la mayoría de la empresa (cada uno de ellos posee el 19%).

Una decisión trascendentalde lavar la ropa en casa y de no profundizar la crisis fue tomada, aparentemente, hace dos semanas en Nueva York, don de se encontraron accidental mente los tres socios cuando asistían a una exposición mexicana en el Metropolitan. Allí se decidió que Emilio Azcárraga, quien orgullosamente carga con el apodo de El Tigre, se quedara con todo a cambio de una cantidad que oscila en torno a los 55.000 millones de pesetas. Oficialmente, el único portavoz autorizado de Televisa manifiesta que "todavía no hay nada concreto" sobre la separación, pero reconoce que "cuando el río suena es que agua lleva". Ninguno de los afectados aparece por el momento en público para explicar las razones de su divorcio, pero los círculos políticos ya han anticipado la supuesta voluntad de Alemán y

O'Farril de pelear por quedarse con uno de los cuatro canales actuales de Televisa y aspirar a uno de los dos canales públicos que se han puesto a la venta.En el trasfondo de este conflicto hay un maraña de negocios e inversiones que seguramente enfrentaron a los tres famosos apellidos: la compra este año del 50% de las acciones del periódico deportivo norteamericano The National (50 millones de dólares), las aspiraciones de los tres al control de la minería privatizada y la posible salida de Televisa a la Bolsa mexicana de valores. Entre visitas a sus doctores en Estados Unidos y paseos en su portentoso yate, Emilio Azcárraga está jugando estas días la partida más arriesgada de su vida; y el Gobierno de Salinas, pendiente de ver el final de la tormenta desatada.El pasado jueves, en el acto de celebración del día nacional de los medios audiovisuales, todas las miradas estaban pendientes de los cuchicheos entre los tres grandes leones de la televisión y el hombre que, por parte del Gobierno, tiene la obligación de influir en la solución de la crisis, el secretario de prensa de la presidencia, Otto Granada s.

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