El sortilegio de Samuelson
El Nobel de Economía Paul Samuelson realizó el siguiente experimento ante un grupo de congresistas norteamericanos colocó en la pared y a modo de diana una lista de carteras con sociedades cotizadas en Wall Street para que acto seguido un honorable senador lanzase un dardo, que fue a clavarse en una de ellas. El juego consistía en comprobar el rendimiento de las acciones a largo plazo y compararlo con una cartera gestionada por profesionales que aseguraban rentabilidades a partir de sus imponentes arsenales de analistas y mecanismos de información Resultó más rentable el azar. La cartera seleccionada por el dardo del senador dio, cinco años después, un rendimiento mayor que la de los sesudos analistas de la firma de inversión. El largo plazo impuso su inexorable ley de la compensación y, desde luego, nadie se ocupó de averiguar las oscilaciones de precios durante el periodo. Ayer, las realizaciones de beneficios se llevaron por delante las ilusiones más tiernas del parqué, y una vez más se puso de manifiesto que el mundo es de los corredores de fondo. Quienes aguanten los envites después del espectacular repunte de esta semana y soporten la inestabilidad general de los mercados, definirán la senda de los precios.
