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GENTE

La familia Benetton

Celebra con una fiesta sus 25 años de gloria

Juan Arias

El patriarcado de los Benetton celebró en la noche del jueves sus 25 años de gloria con una fiesta de sociedad para 600 invitados en la fantástica villa Manelli de Ponzano Veneto, en la provincia de Treviso, tras haber realizado otra semejante días atrás, en el nuevo zoo del Central Park de Nueva York, para 1.000 comensales.Ya antes del verano, firmada por Luciano Benetton, el mayor de los tres hermanos, los escogidos para la noche veneciana de sueño habían recibido una invitación previa de sondeo, y sólo días antes del gran recibimiento llegó a los 600 escogidos la entrada definitiva, de color oro, con un pequeño mapa para poder llegar hasta la fantástica villa del 1700, comprada y restaurada con exquisito gusto por la familia Benetton, que ha conseguido ya con sus tiendas de ropa joven una facturación de 165.000 millones de pesetas en 89 países del mundo.

La villa es una de las más espléndidas de este país, con fantásticos frescos y prado a la inglesa. Para evitar el excesivo revolotear de helicópteros oficiales y privados, se prefirió hacer un puente automovilístico entre el aeropuerto de Treviso y la villa Minelli, iluminada en la noche con rayos láser.

Los Benetton quisieron que la fiesta fuera a la vez suntuosa, exquisita y familiar, no esnob. Por ello no exigieron ni esmoquin ni traje largo.

Los huéspedes fueron recibidos y saludados uno por uno por Luciano Benetton, acompañado por sus hermanos Carlo y Gilberto. La cena fue preparada por Arrigo Cipriani, el rey de la cocina italiana, y servida por 100 camareros, y amenizada por otras tantas bailarinas, por el mítico jazzman Cab Calloway y por la voz inconfundible de la eterna Ornella Vanoni.

En el menú resaltaron los famosos calamares en su tinta venecianos con polenta, el arroz con setas porcini, el filete de pescado San Pedro, con el toque final de las crêpes á la crème, y como vino, el exquisito Toocai Verduzzo de los viñedos de Collio di Livio Fellunga.

La tarde era fresca y húmeda, lo que hizo aumentar si cabe el apetito de los comensales, al mismo tiempo que justificaba en su pecado de gula a cuantos sufrían de dieta. En realidad, la celebración italiana de las bodas de plata de los Benetton tuvo un toque de familia, como los grandes patricios de antaño que abrían sus casas patriarcales a los familiares y amigos.

Quizá por ello, o no se sabe por qué, a la cita no aparecieron al final los invitados de grito como el superfamoso veneciano Gianni de Michelis, ministro de Asuntos Exteriores, que él solo es capaz, con su simpatía, su enorme figura y sus ganas de bailar siempre, de llenar una fiesta; ni Silvio Berlusconi, el rey de la televisión privada, a pesar de que fue uno de sus canales, el Cinco, el que inmortalizó y mandó al aire las imágenes de la célebre noche veneciana; ni el mítico futbolista Toto Schilacci.

Tampoco apareció el socialista Enrico Manca, presidente de la RAI-TV, ni los ases de las editoras italianas, como los Mondadori y Formenton, ni tampoco los ídolos de Fórmula 1, de los que sólo apareció al final Alessandro Nannini. También faltaron a la cita la anunciada y famosa cantante Dee Bridgewater y Ray Charles, a quien se le había encargado el concierto.

El que no faltó fue el ministro de Transportes, Carlo Bernini, ex presidente de la región de Venecia, ni tampoco los omnipresentes fotógrafos japoneses. Una nube y 200 periodistas rigurosamente invitados.

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