Nina
Por lo visto, los extraterrestres no vienen de otros planetas, sino de otras dimensiones En el mismo espacio ocupado por nosotros hay pliegues o entretelas donde habitan seres que no nos ven y a los que no vemos, aunque en algunas ocasiones podamos llegar a presentidos. No es raro, por ejemplo, que al recorrer el pasillo a. oscuras, de madrugada, en dirección al cuarto de baño, sintamos un roce como de una caricia lejana en el hombro. Cuando eso sucede es que nos hemos cruzado con otro sujeto que habita en una dimensión diferente a la nuestra, aunque las dos convivan sin estorbarse en el mismo pasillo. Bajo determinadas circunstancias —oscuridad, soledad, silencio—, las diferentes dimensiones de la realidad tienden a aproximarse, aunque nunca se confunden del todo. Tampoco es raro que al regresar a casa tras una larga ausencia notemos cierto grado de humedad en las toallas, como si alguien acabara de secarse las manos, Esto se debe a que se les ha escapado el agua a los seres invisibles que comparten nuestro cuarto de baño. También los muertos, al parecer, están entre nosotros, escondidos detrás de esas cortinas invisibles que separan unas dimensiones de otras. Como es sabido, se les puede llamar y, por lo visto, vienen, pero no hacen más que tonterías como tirar jarrones y golpear muebles.
Luego, hay seres que habitan en una dimensión que sólo es perceptible al sentido de la vista. Estos días, por ejemplo, España está llena de unas vallas publicitarias donde habita una mujer llamada Nina; anuncia unas bragas, que son su única prenda, y está dulcemente recostada, ocultando con los brazos la parte más brutal de sus pechos. Me mira como pidiéndome que la rescate de esa dimensión, pero no puede hablarme, ni yo a ella. Es hermosa como Lucifer y dulce como un baño de espuma. En los semáforos, detengo el coche y nos miramos con nostalgia, pero vivimos en mundos tan diferentes que nunca llegaremos a encontrarnos. En fin.
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