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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El loco de pelo rojo

Lust for life, 1956 (117 minutos). Director Vincente Minnelli. Intérpretes: Kirk Douglas, Anthony Quinn James Donald, Pamela Brown.En horas de festejo Van Gogh, esta estupenda película de Minnelli es especial mente adecuada, aun que, en honor a la ver dad, una película d Minnelli es siempre adecuada. Su esqueleto -que yace en una novela de Irving Stone que vio la luz por primera vez en 1934- es el de un biopic más al estilo de convención de Hollywood: hagiografía, exaltación del encausado, glorificación de quien, por lo general, no halló la gloria en vida o, por lo menos, no tanto como la concedida por el tiempo y su benevolencia, y escasa profundización en los motivos -psicológicos, morales o sociales- que le llevaron a la práctica de su oficio. Pero el esqueleto está cubierto con pieles más allá de la convención, pieles de fantasía, de buena seda. Con Vincente el drama es siempre convincente, el ojo y el espíritu nunca dejan de recrearse. El cineasta se propuso el acceso a la verdad de Van Gogh, rodando en el espacio de su vida y su obra esos célebres campos, esas habitaciones célebres, reconstruyendo su figura en un actor afamado que, afortunada y sorprendentemente, se le parecía mucho, Kirk Douglas -véase el autorretrato de Van Gogh y la foto análoga de Douglas-, y, claro está, en un estilista de los recursos, talentos y delicado estilo de Minnelli, sometiéndose a un riguroso tratado de la fotografía y la luz, en exaltados, vibrantes, fogosos colores del paisaje y de los interiores. La estilización en Minnelli conduce -tanto aquí como en The cobweb, como en Té y simpatía, como en Dos semanas en otra ciudad, como en...- a la dramatización del relato. Es una argucia puramente cinematográfica que halla su máxima expresión sólo entre los grandes (Sirk e Imitación a la vida, Mizoguchi y La emperatriz Yang Kwei Fei, etcétera). Por lo que hace a los actores, Kirk Douglas está ajustado, y su carácter propenso a la histeria da la medida de la locura, la angustia existencial que sabemos azotó la vida del artista, y Anthony Quinn -que ganó el Oscar al mejor securidario- es igualmente un idóneo Gauguin, aunque fácilmente le supera, encarnando el mismo papel, Donald Sutherland en un filme reciente de Henning Carlsen.

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