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El Real Madrid afronta como víctima la final de la Recopa ante el Knorr de Bolonia

Luis Gómez

LUIS GÓMEZ ENVIADO ESPECIAL, La final de la Recopa de baloncesto (18.30, TVE-2) no debería ser un acontecimiento extraordinario para clubes tan laureados como el Real Madrid y el Knorr de Bolonia. Sin embargo, el drama que viven los madridistas les coloca hoy ante una circunstancia anormal, como es la de jugarla representando el papel de víctimas y despreciados por los pronósticos, hecho impropio en un club al que contemplan 10 títulos europeos. El Real Madrid es además un equipo dual, con dos caras, una para la Liga y otra para la Recopa; la peor versión es la que entrará en juego hoy. El Knorr es el segundo en su Liga y obtuvo hace tres semanas la Copa de Italia. Para los madridistas, el partido tiene una lectura dramática.

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Un equipo con dos caras

Real Madrid-Knorr de Bolonia era una final cantada cuando se supo qué clubes integrarían la Recopa europea. Disponían de las dos mejores plantillas a muy larga distancia de cualquier otro competidor. La Recopa, por tanto, se aseguraba uno de estos clásicos, raciales e imprescindibles choques entre españoles e italianos en los que siempre abundan ciertos recursos latinos y un final agónico. Pero las circunstancias por todos conocidas han convertido al Madrid en un conjunto frágil y heterodoxo y un caso digno para el análisis porque representa una curiosa inversión respecto al equipo de la Liga.La distancia que separa las características del base Anderson, que juega su último partido, y del pívot Piculín Ortiz es de tal calibre que los compañeros restantes transmutan igualmente con el cambio. Y así nos hallamos ante el Madrid dual, el Madrid de las dos caras. El Madrid de la Recopa es un equipo bajo; el de la Liga, alto. El de la Recopa carece de pívot, el de la Liga, de base. El análisis acaba en una fatal conclusión, la versión Recopa es la mala y la versión Liga es la buena. Y es la versión oscura la que habrá de afrontar la final europea. Quién sabe si han de ser los malos quienes deban salvarle la temporada a los buenos, otra curiosa perspectiva que plantea el partido. Hay, eso sí, un dato positivo: el Madrid ha jugado 79 partidos contra equipos italianos y ha ganado 48.

Ante esos factores, el Madrid parece contar muy poco en un pronóstico sensato. Jugará contra un equipo veterano para más señas, dispuesto a ganarlo todo este año, rodeado de historia, pero al que le falta precisamente un título europeo. Y el Bolonia está entrenado por el joven Ettore Messina, de 31 años de edad, doctor en economía, hijo de siciliana y veneciano y autor de una tesis doctoral sobre la aportación que tuvo la Mafia en la actividad económica de los Estados Unidos a principios de los años veinte. Messina sustituyó interinamen te al técnico norteamericano Bob Hill, que se fue de vacaciones a su tierra para no volver "No quería perderme la oportunidad de regresar a la NBA", dijo como excusa. Hill es ahora segundo entrenador en los Indiana Pacers, de la NBA, y ha de responder a sendas querellas, una en Estados Unidos y otra en Italia, interpuestas por el club italiano. Messina, pues, defiende el orgullo de los técnicos de la casa.

Contraste

Siendo los finalistas dos clubes gloriosos, la final dibuja, sin embargo, un claro contraste. El Madrid europeo es inexcusablemente un equipo rápido que alcanza la parálisis ofensiva si actúa a un ritmo lento; ningún jugador madridista, salvo Llorente, se acerca a la treintena. El Knorr, por el contrario, basa su efectividad en un baloncesto lento y controlado, muy poco versátil. Su quinteto titular (Brunamonti, Bon, Richardson, Jonhson, Benelli) tiene una media de 31 años. El equipo basa su juego efensivo en la tripleta exterior: Brunamonti sigue siendo el mejor base italiano, Bon es un ex descargador de muelles reconvertido en tirador, y Richardson la perla negra del equipo, una ex estrella de la NBA que llegó a ser sancionado a perpetuidad por consumo de droga y que ahora se rehabilita en Italia.

La principal anécdota previa al choque partió del bando madridista, como era lógico esperar. Al final del entrenamiento, Karl se jugó el dinero con sus jugadores en un tradicional juego como es encestar desde el centro de la cancha. Karl se puso de espaldas a la canasta y lanzó la pelota. La metió. Sus jugadores estuvieron muy lejos de poder igualar su actuación.

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