Anticipando al diablo
Cuenta Polanski en su biografía que tras el rodaje de Callejón sin salida pasó varios días encerrado en un hotel para despejarse de su alucinación. Los problemas con los actores, la comida y el tiempo que pasó el equipo enclaustrado en el castillo -escenario del rodaje y que quedaba verdaderamente aislado al subir la marea- crearon una atmósfera infernal tan real como la que cuenta la película.Gerard Brach y él habían escrito el argumento tres años antes, aunque tuvo que esperar al éxito de Repulsión para poder llevarla a la pantalla. Escribieron una comedia negra sobre unos personajes condenados a vivir en intimidad y aislados, una especie de estudio sobre la neurosis reflejada al revés de como acostumbra a tratarse en las obras de misterio.
Tan lejos fueron los autores en el planteamiento y desarrollo de la trama que los propios actores comenzaron a sentir entre ellos la misma relación sofocante que sentían en la ficción los personajes que interpretaban. Françoise Dorleac salió con verdaderos cardenales y rasguños de la escena en que es azotada por Jack Mae Gowan. Tanto realismo no pretendía Polanski para una película-homenaje al teatro del absurdo.
En esta corriente buceó Polanski -un polaco vividor de la moda cultural de los 60- para extraer esa visión existencialista y terrorífica sobre las relaciones humanas que caracteriza a esta película y en general a su obra. La película es de una belleza fascinante, propia de un director que trasciende hábilmente la parodia del teatro y de la representación para manejar los sentimientos de los personajes a su antojo. Una agobiante sinfonía sobre la descomposición y la decadencia.
El argumento es simple. Un matrimonio aburrido mutuamente que habita un castillo recibe un día la inesperada visita de unos gansters heridos. A Polanski le bastó para sacar a relucir su ironía descarnada, su cruel humor y su gusto por las situaciones absurdas. Pero, sobre todo, metió dentro del castillo todas sus referencias culturales y humanistas. En clara alusión a Esperando a Godot, de Beckett, los protagonistas esperan también a un personaje que nunca llega. Los gansters son fiel retrato de otra obra de Harold Pinter, titulada El montaplatos, obra cumbre del absurdo. Influido por estas lecturas y por otras de Kafka, el director resume en esta película un mundo que ya había apuntado en su etapa de cortometrajista.
Con ella cerraba la etapa más personal de su carrera, la de sus primeros filmes: El cuchillo en el agua y Repulsión. Hizo su película preferida antes de ir a Hollywood para dirigir las películas El valle de los vampiros y La semilla del diablo. Ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín de 1966.
Callejón sin salida se emite a las 22.15.
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