Carlós Sainz

Si en algo coincide todo el mundo, los pilotos, los copilotos, los técnicos, los mecánicos, los buenos aficionados, los enteradillos, es que este chico de 27 años es el mejor piloto español de rallies que ha dado España en toda su historia. Carlos Sainz, un madrileño de buena familia, consiguió el pasado jueves el mejor resultado logrado por un piloto español: segundo en una prueba del Mundial.Lo malo es que Sainz mereció ser primero. Como estuvo a punto de serlo en el Rally Mil Lagos (Finlandia) y en San Remo, donde terminó tercero. Lo malo es que este muchacho, que se metió en esto de los rallies -ya saben, pruebas en carreteras cerradas, de día y de noche, con sol y sobre hielo, donde el copiloto recita una tras otras las curvas, y el piloto va dando bandazos de un lado a otro- por culpa de su cuñado Juan Carlos Oñoro, ex campeón de España de rallies, ha perdido dos maravillosas oportunidades por culpa de las averías. En Italia se bloqueó el acelerador, y en Inglaterra se rompió el diferencial de su Toyota Celica GT-4.

Lo bueno es que Sainz ha entrado, en su primer año como piloto oficial de un equipo del Mundial, en la elite del automovilismo mundial. Es más, el piloto español hubiese podido firmar recientemente un contrato con la firma italiana Lancia, la gran dominadora de esta especialidad, pero ha preferido quedarse con los japoneses, donde tendrá un destacado lugar.

"Es todo un caballero", comenta el catalán Josep Bassas, nuevo campeón de España de rallies con un BMW M-3, "además de un profesional superdotado, un luchador nato. Se pasa el día trabajando porque no le gusta perder. Es tanta su ilusión por alcanzar la meta que se ha propuesto que no cesará de luchar hasta que la logre". "Ese muchacho es un fenómeno", asegura Salvador Serviá, otro de los grandes pilotos españoles. "Desde el primer momento quiso ser lo que es. Es un auténtico profesional y está dedicado en cuerpo y alma a esto".

Sainz acabará el año entre los grandes, entre los mejores pilotos del mundo. Sus rivales ya saben por qué un día el piloto finlandés Juha Pironen le apodó matador. Sólo le falta perfeccionar la suerte.