El Madrid jugo con eficacia y poca clase
El Madrid goleó en el ensayo general para la gran noche europea, pero sufrió las extravagancias de su entrenador, que colocó al equipo en una situación muy comprometida. John Toshack atentó contra el sentido común, el capital más necesario en cualquier actividad profesional, incluido el fútbol. Su afán de notoriedad provocó un grave conflicto en una escuadra que salió a la cancha con todo el libreto cambiado. Al Madrid le aupó finalmente su enorme capacidad de juego, el trabajo voluntarista de sus jugadores, la tremenda inconsistencia de la defensa sevillista y la recuperación de una cierta normalidad táctica, motivada por el gol que marcó el equipo andaluz.El fútbol se ve sometido en estos días al imperio de la estrategia, sacrosanta circunstancia que, en ocasiones, oculta problemas tan variados como la rigidez, la vulgaridad o los excesos personalistas. John Toshack fue víctima de un pecado de vanidad. Dispuesto siempre a dejar su sello personal en la cancha, no tuvo otra ocurrencia que destinar a sus jugadores unos papeles cambiados. Así Aldana, que llegó al fútbol de altura con fama de goleador, se colocó como defensa central, en la posición que habitualmente cubre Ruggeri, que se retrasó hasta la escoba de la defensa. Y por delante de la zaga se instaló Chendo, como medio tapón y distribuidor de juego. Esta ubicación de Chendo puede añadir velocidad al blindaje defensivo del Madrid, pero resta cualquier posibilidad de fantasía en la creación del juego. En estas condiciones, la confusión fue extraordinaria en las filas locales, tanto que el Sevilla se encontró con un partido entregado en los primeros minutos.
Todo lo que hizo el equipo andaluz fue profundizar en las heridas tácticas del Madrid. Para el minuto 10 ya se había adelantado en el resultado. Bastaba un poco de sensatez para descubrir todas las miserias de un rival descompensado en todas sus líneas. Las facilidades eran sangrantes. Conte, un delantero habilidoso e intuitivo, desarmaba a los confundidos defensas de Toshack, mientras Rafa Paz sacaba petróleo de la banda derecha.
El gol de Polster fue ejemplar en todos los sentidos. Chendo, primer encargado de mover el juego, perdió la pelota ante Conte, que no tardó en encontrar el corpachón de Polster. El ariete austriaco, caracterizado por la rigidez de su espinazo, sacó tiempo suficiente para girarse y rematar con su pierna derecha, una pierna que sólo utiliza para caminar. El gol enfureció a la hinchada, molesta por las extravagancias de Toshack y el subsiguiente mal juego de su equipo.
La furia se aplacó seis minutos después, con el gol de Aldana, uno de esos tantos que miden la personaliad de una defensa. El balón pasó como una golosina por un lugar que se supone minado, y, sin embargo, nadie entre los sevillanos acertó a imponer su ley. El partido se debatía entonces entre la insensatez del Madrid y la inconsistencia de la zaga sevillana, una debilidad que comenzaba en la triste figura de Dassaev. El portero soviético ofreció una esas noches que desacreditan a cualquier profesional del fútbol. En estas condiciones, podía ocurrir cualquier cosa. Podía suceder que Conte acabara por disturbar a la retaguardia madrileña o podía pasar que el Madrid sacara partido de su eficacia goleadora ante la blandenguería del Sevilla. Finalmente se dió esta circunstancia.
El partido cayó del lado local en la segunda mitad. Obligado por el resultado y por la lesión de Solana, Toshack se vió obligado a pronunciarse por la normalidad. Devolvió a Aldana a su territorio natural, la delantera, y colocó a Julio Llorente como marcador. Se mantuvo la falta de fluidez en la conducción de Chendo, pero este problema se aliviaba por las concesiones de los sevillanos. Así las cosas, no importaba la inesperada decepción de Martín Vázquez en el centro del campo, ni la retirada de Michel a zonas donde su capacidad de daño es bastante limitada. Entre una defensa entreguista, como la del Sevilla, y un equipo de reconocida solvencia ofensiva, caso del Madrid, siempre acaba por imponerse la potencia goleadora.
Los goles llegaron con una gran cadencia. El Madrid recurría su lado práctico y laborioso para resolver un partido que comenzó de forma muy complicada. En el ambiente quedaba la duda del escenario elegido por el equipo para golear. El resultado ofrecía una amplitud esperanzadora en estas vísperas del gran duelo. Sin embargo, los temores venían de la debilidad defensiva que había evidenciado el Madrid durante todo el partido y, sobre todo, de la extraña ligereza de Toshack en una jornada que obligaba a una profunda reflexión de todos los sectores madridistas.
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