El Madrid goleó con la frialdad de los funcionarios
El Madrid jugó un fútbol desapasionado en Chamartín, como corresponde a las vísperas del gran combate de San Siro. Amputada la condición sanguínea del juego, el equipo de Toshack resolvió por vía funcionarial. Marcó una buena cuota de goles, condescendió con el adversario y se retiró a la ducha con el gesto impasible del burócrata eficaz. La hinchada también se tomó la goleada de forma académica y educada. Hubo incluso quien aplaudió la ejecución de los tantos.En condiciones tan gélidas, el fútbol pierde todo su carácter mágico. Nada convoca al entusiasmo. Los jugadores tiran de repertorio entre la indiferencia del personal, más dispuesto a contar la última peripecia familiar al colega de la grada que a gozar con lo que sucede en la nevera verde.
El Málaga colaboró en todo momento con el Real Madrid En lugar de buscar su suerte y proponer una alternativa en la cancha, el equipo andaluz se apuntó a las tesis oficinescas del Madrid. Naturalmente salió escaldado de Chamartín. El programa del partido no propiciaba nada bueno para el Málaga. El Madrid está varios cuerpos por encima en calidad individual y colectiva, en oficio, en sentido del juego y en potencia de fuego Lo demostró de inmediato.
Pese al tran tran de su juego, el Madrid goleó con toda facilidad. Simplemente bastó que el fútbol siguiera sus leyes naturales. La superioridad local se escribía en cada lance del juego. La calidad individual de los locales desequlibraba siempre a un equipo vencido por su temor y su falta de carácter. Las carencias del Málaga fueron tan graves que permitieron la redención instantánea de jugadores como Ruggeri, que borró su descrédito de Barcelona con un gol tempranero y unas cuantas arrancadas por la banda izquierda.
El gol del defensa argentino cerró cualquier posibilidad al interés en el juego. El Madrid tenía lo que buscaba, una ventaja temprana que le permitiera guardar fuerzas para Milán. Para el Málaga se trataba únicamente de la certificación de la derrota que ya vislumbraba en el vestuario. Todo lo que sucedió después entra en el capítulo de las aportaciones personales en la cancha.
En el aparato voluntarista siempre hay sitio para Gordillo. Este hombre no Comulga con los funcionarios. Su destino es correr, no importa la edad, ni el contrario. Gordillo se estiró por la banda con su vehemencia habitual. Por allí corría, desencuadernado y tozudo, entre los vítores de la hinchada, que se vio obligada a salir del letargo para saludar a este gladidador del fútbol.
La obcecación de Gordillo fue coronada en los goles siguientes. Dos escapadas suyas se cerraron con un par de buenos envíos al área, para cualquiera que pasase por allí. Y el que estaba era Losada, deseoso de sellar su condición de goleador. Los dos goles de Losada confirman su instinto en las distancias cortas, a pesar del sesgo atropellado que muestra en algunos momentos.
En el mismo plan que Gordillo estaba Llorente, pero el extremo se perdió en su barullo. Llorente necesita emociones fuertes, y el Málaga sólo entregaba rutina y ganas de acabar un partido que no le aportaba ninguna gloria.
En pleno trámite goleador, algunos la emprendieron con Michel. Un par de errores del centrocampista provocaron los silbidos de los más recalcitrantes, dispuestos siempre a manifestar su enfado con Michel. Aunque nimio, el asunto es sintomático. Michel tendrá que vivir siempre con esta declaración de guerra que le ofrece una parte de la hinchada.
En esto de los afectos, Martín Vázquez tiene más suerte. Martín Vázquez está a punto de ser nombrado hijo predilecto de la afición. Chamartín celebra ahora cada una de sus acciones, algunas de las cuales fueron magníficas. Visto que el partido ofrecía enormes oportunidades para las demostraciones personales Martín Vázquez selló dos jugadas extraordinarias en el comienzo de la segunda parte. La primera fue una arrancada desde su campo que dejó en la grada una sensación aromática, casi de éxtasis. Lo logró con una finta larga, una carrera cadenciosa y un remate seco y esquinado que sacó Jaro a duras penas.
Su segunda intervención fue muy semejante. Esta vez Martín Vázquez amagó con el cuerpo hacia la izquierda, sorprendió a los débiles defensas malagueños y remató con la zurda ante un desesperado Jaro, que no sabía como acabar con el bombardeo del interior madrileño. Las dos jugadas sellaron el enorme talento de este futbolista. Su clase corre pareja al crecimiento de su personalidad en el campo, y los aficionados no lo pasan por alto.
La entrega de la hinchada a su centrocampista coincidió con la aparición de Parra por vez primera en el equipo. Había tiempo para todo en aquel partido, hasta para las presentaciones sin riesgo. Parra se presentó con una buena internada por la banda derecha y un disparo que acabó en el poste. Chamartín saludó la jugada con la ovación que se dedica a los novatos necesitados de cariño. Luego Parra se retiró a la oficina. Como los demás.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.