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Tribuna:EL SINDICALISMO EN EUROPA / y 2
Tribuna
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Espacio europeo, sociedad dual

El aspecto esencial del capitalismo es, según el autor, el peso del apremio económico sobre las masas para que vendan su fuerza de trabajo, y para que esta situación subsista el salario garantizado debe situarse por debajo del umbral de pobreza. Esto implica la institucionalización de la pobreza y de la división de la clase de los asalariados entre trabajadores más o menos protegidos y trabajadores precarios y marginados, la instauración de una sociedad dual.

La lucha por el pleno empleo sin reducción del salario semanal sigue siendo un objetivo prioritario del movimiento obrero. Exige cada vez más una acción a escala internacional que, por otra parte, no debe limitarse sólo a Europa, como tampoco la defensa de las libertades sindicales.

Hace poco, el trust multinacional Goodyear despidió a todos los sindicalistas negros de su filial surafricana. La izquierda europea apoya justamente la lucha contra el régimen del apartheid. ¿Pero acaso no es también necesario manifestar con hechos la solidaridad con el movimiento sindical de África del Sur, en pleno desarrollo pero sometido a la triple represión del Gobierno blanco reaccionario, de las multinacionales y de la burguesía surafricana?

No nos hagamos ilusiones: la internacionalización de la lucha y de la organización de los trabajadores, que no se limita a algunos congresos y a vagas consultas en la cumbre, sino que se apoya sobre iniciativas y acciones surgidas de la base, comenzando por las delegaciones elegidas en las empresas, es una tarea ardua, difícil y de largo aliento. Necesitará muchas experiencias, de las que gran parte serán fracasos. Tropieza con grandes obstáculos institucionales, políticos, ideológicos, psicológicos, de organización. Pero es indispensable para frenar el desarme de las conquistas logradas y el aumento de la desocupación. Hay que comprometerse resueltamente, sin dudas ni reservas mentales.

La internacionalización es también la internacionalización de la lucha de clases del capital. Sólo la internacionalización de la resistencia de los trabajadores constituye, a la larga, una réplica eficaz.

Con la orientación gubernamental vigente en los países de la CE, la organización de la resistencia obrera internacional contra la política de austeridad y contra la desocupación no es, en absoluto, una alternativa poujadista, corporativista u obrerista. Implica, por el contrario, la protección de las capas especialmente golpeadas: los jóvenes, las mujeres, los inmigrantes, los jubilados y mañana, sin duda, los inválidos y los enfermos.

Aceptando el razonamiento neoliberal, ciertos reformistas y verdes afirman que defendiendo contra viento y marea los salarios reales directos e indirectos, en periodos de desocupación masiva, los sindicatos favorecerían el aumento de la desocupación y actuarían en contra del interés de los desocupados. Este intento, de crear un sentimiento de culpa en los trabajadores que aún tienen un empleo permanente no resiste ningún análisis. macroeconómico. Es un intento de dividir ideológicamente a la clase obrera después de haber tratado de dividirla económica y socialmente.

Supresión de empleos:

No serían los patrones (incluido el Estado-patrón), cerrando empresas y despidiendo personal, quienes causarían la desocupación No, la culpa sería de quienes se resisten a la supresión de empleos. Hermosa lógica, en verdad.

Una parte de la socialdemocracia internacional y de los verdes desataron una campaña a favor de un ingreso mensual (o anual) garantizado para todos. Los Gobiernos francés y belga ya han dado importantes pasos en esa dirección. Es de toda evidencia que hay que apoyar tal legislación que pone fin al escándalo de grupos sociales enteros (jóvenes desocupados, parados adultos desprotegidos, inmigrantes, enfermos o sin empleo fijo, etcétera) desprovistos de todo ingreso, un escándalo que golpea especialmente en el Estado español. Hay que reclamar la extensión de esta legislación al conjunto de los 12 países

Pero el ingreso garantizado para todos/as no constituye una solución de cambio válida para la defensa de los sueldos reales directos e indirectos El aspecto esencial del capitalismo es el peso del apremio económico sobre las masas para que vendan su fuerza de trabajo. Para que este peso subsista, el ingreso garantizado debe situarse muy por debajo del salario medio; es decir, del nivel de vida considerado como socialmente normal. Debe situarse por debajo del umbral de pobreza.

Implica, por tanto, la institucionalización de la pobreza la institucionalización de la división, de la clase de los asalariados entre trabajadores más o menos protegidos y trabajadores precarios y marginados. Implica la instauración de una sociedad dual. Y cuanto más elevado es el número de beneficiarios de este ingreso, tanta mayor presión ejerce sobre los salarios en el sentido de la baja.

Es posible discutir eternamente para llegar a saber de dónde surge esta sociedad dial. ¿Es el resultado inevitable de la onda larga depresiva de la economía capitalista internacional, exacerbada por la competencia internacional que esta depresión implica? ¿Es el producto de un designio deliberado de la burguesía, una verdadera contrarreforma neoconservadora y neoliberal que debe retraer al capitalismo a su modo de funcionamiento anterior a l9l8, incluso anterior a l900? ¿Es el resultado de una interacción entre la tendencia objetiva y este designio subjetivo?

Esta sociedad dual ha adquirido ya una realidad inquietante. En la famosa red de protección social que supuestamente caracterizaba al Welfare State, surgen grandes agujeros. En el Reino Unido, el retiro garantizado para una pareja de jubilados apenas llega al 35% del salario masculino medio.

Al luchar por el reparto de todos los empleos disponibles entre toda la mano de obra disponible gracias a una importante reducción de la semana de trabajo, al luchar por la generalización a escala de los doce de las condiciones de protección social, las mejores que existen hoy en cualquier país de la CE, los sindicatos y los trabajadores combatirían contra la instauración de esta sociedad dual que no sólo es un desafío flagrante a la justicia social, sino que es además una grave amenaza para las libertades democráticas. Lucharían contra la tendencia a una auténtica desinteración de la vida comunitaria.

¿Sé cree que exageramos? En su número del 20 de agosto de 1989, el semanario británico The Observer publicó un reportaje sobre la ciudad de East St. Louis que sólo dista15 kilómetros de uno de los barrios más ricos de Estados Unidos, Ladue, en la frontera que separa los estados de Missouri e Illinois. En East St. Louis ya no existe canalización. Los desperdicios no se recogen nunca. Un tercio de los maestros ha sido despedido. Dos tercios de la población viven de la asistencia pública. El ingreso medio alcanza allí sólo el 10% del de Ladue. La actividad principal es el comercio de la droga, cuando hace 20 años había allí una industria próspera.

Crecimiento de la pobreza

Es cierto que se trata de un caso marginal extremo. Además, que la pobreza no golpea en las metrópolis más que del 15% al 30% de la población, según Ios países. Pero la tendencia actual es a su crecimiento.

La verdad es que, a escala mundial, la sociedad dual existe desde los inicios del capitalismo. En los países del Tercer Mundo, la mayoría de las clases populares, si no su casi totalidad, vive por debajo de lo que es el umbral de pobreza de las metrópolis. Pero no es una razón para resignarse, vale decir alegrarse, ante la extensión de la sociedad dual en las metrópolis. No contribuye a mejorar la suerte de los desheredados del Tercer Mundo. Sólo aprovecha a los ricos.

En tal sentido, la lucha de los trabajadores en defensa de sus intereses y contra la sociedad dual encarna un modelo de sociedad fundamentalmente opuesta a la de la burguesía. Opone a la competencia exacerbada, al egoísmo, a la guerra de todos contra todos, a la dureza de corazón, al desprecio hacia hombres y mujeres del pueblo, los valores de solidaridad, de cooperación, de compasión, de protección prioritaria a débiles y desheredados. Para retomar una fórmula de Karl Marx: he aquí la economía política de los trabajadores, opuesta a la economía política del capital

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