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GENTE

Roberto Domínguez

Verde esperanza frente a seis Victorino

Rocío García

De color verde esperanza será el traje que hoy luzca Roberto Domínguez para lidiar en solitario, en la plaza de Las Ventas de Madrid, seis toros de Victorino. Será la primera vez que se enfrente a seis Victorino y la segunda que aparezca como único torero en una plaza. Este reto lo afronta como todo, con espíritu ganador. "Estoy en el mejor momento de mi carrera. Yo no lo he buscado, me lo han ofrecido y lo he aceptado. Para conseguir algo importante hay que arriesgar", dice este vallisoletano de 38 años, de buen porte y sonrisa clara.No va de torero por la vida. Sólo es torero dentro de la plaza, delante del toro. Huye de la hipocresía que, según él, rodea el mundo de los toros por una razón que explica de manera muy clara: "Antes de la corrida hay una habitación llena de gente esperando que triunfes; luego se vacía de manera espectacular". Roberto Domínguez lleva 17 años de matador de toros, y dice que lo único que le interesa es el espectáculo en la plaza, el toro en la plaza. Califica al mundo torero de duro e inhumano. "Un torero, además de su éxito, necesita de la no excesiva brillantez de los demás. Si tú cortas una oreja y tu compañero también, tu éxito pasa más inadvertido que si eres tú solo el que triunfas. Eso es inhumano, no pasa en ningún deporte ni en ningún espectáculo".

Dicen de él que es un ligón y que además representa al intelectual del toreo. A lo primero contesta que lo intenta. "Soy un buen aficionado, pero no me jalo una rosca. Durante la temporada tengo tanto miedo y tantas preocupaciones encima que no tengo humor. A mí no me persiguen las mujeres, sino que persigo yo". Reconoce que la figura del torero crea un magnetismo especial, sobre todo entre las mujeres, aunque apostilla que "la mujer se acerca al tra e j

de luces pensado que es de oro, cuando no sabe que no está bordado en oro". Su antigua amistad con Carmen Posadas, actual mujer del gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, desató hace pocos meses su aureola de mujeriego, unida a su vena intelectual. "Me da rabia que digan que soy intelectual. Además, cuando me traten y se den cuenta de que no lo soy se van a llevar un chasco", dice Roberto Domínguez, que estudió dos años de Arquitectura antes de decidirse definitivamente por el toreo y que se rebela contra quienes se asombran de que un torero como él esté leyendo Historia del tiempo, del flisico Stephen Hawkings.

Le gustaría viajar en uno de esos grandes coches de los toreros de antes, pero lo hace en un Golf; se confiesa religioso y lleva una medalla de la Virgen de la Soledad que perteneció a su tío el famoso matador de toros Fernando Domínguez. Dice que el verdadero valor de un torero estriba en aguantar y sobreponerse al miedo. "Si yo pensara en algún momento que tengo posibilidad de perder la vida no saldría a la plaza. No soy tonto. Sé que puede pasar, pero siempre salgo con espíritu de ganador". Cuando torea grita al toro. Es una manera de espantar al miedo. "En la plaza no veo a la gente, veo sólo masa, pero oigo todo, soy tremendamente receptivo".

A la pregunta de cómo explicaría la fiesta de los toros a los detractores en la Comunidad Europea, a la que se homenajea hoy con esta corrida que coincide con los actos del final de la presidencia española en la CE, responde Roberto Domínguez: "Es una cuestión de sensibilidad".

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