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El Betis completó la labor terapéutica de Pedro

El Betis completó anoche en el Bernabéu la labor terapéutica que necesitaba el Madrid en vísperas de su viaje a Eindhoven, que inició hace unas fechas con notable éxito el meta asturiano Pedro y a la que han contribuido los jugadores madridistas con cosecha propia en sus recientes charlas privadas, en las que se ha hablado de la necesidad de un mayor rigor en su juego colectivo durante los 90 minutos de cada partido. El Madrid va a presentarse así ante su primer examen europeo contra el PSV con la mente despejada y con una positiva obsesión por el número cinco.El Betis jugó un auténtico partido de guante verdiblanco, incluso patriótico a modo y manera de esos entrenamientos que celebra la selección nacional contra equipos juveniles, que evitan cualquier asomo de dureza, tres días antes de sus compromisos internacionales. El Betis, en fin, se empeñó en ofrecer todo un muestrario de lo que no debe exhibir un equipo de fútbol: inseguridad atrás, dejadez en el medio campo e incapacidad en el ataque. Ni siquiera su prestigioso meta argentino pudo evitar la goleada.

Pumpido no es Pedro, ciertamente, pero sus compañeros le dejaron vendido porque añadieron a sus desaciertos técnicos una curiosa unanimidad a la hora de exhibir también detalles de corte versallesco. El marcador de Butragueño, Calleja, se apresuró siempre a ser el primero en consolarle cuando fallaba algún pase. Rincón, por lo general bastante tosco y antipático en sus acciones, se comportó como un gentleman cuando apareció en el campo. Gordillo encontró la palmada cariñosa de Hierro tras un remate que rozó el poste. Gail no ocultó su preocupación al ver a Michel dolerse de un golpe, y Hugo Sánchez y Pumpido se estrecharon las manos después de un deportivo salto del mexicano cuando ya se sabe que las relaciones de Hugo con algunos porteros suelen ser tirantes.

El Madrid tuvo tiempo así de ofrecer momentos de brillantez e hizo disfrutar a sus aficionados, que sólo se alteraron por las dos decisiones finales de Mazorra, una en cada área. Habían sobrado los tres, los dos penaltis y el árbitro, aunque el marcador dejó a Mazorra en una triste anécdota.

Así que no parece mala cosa que en vísperas del viaje a Eindhoven Gallego se mostrase ayer eficaz y rápido en los cruces defensivos, que Schuster haya elevado su flojo nivel de juego, que Sanchis y Martín Vázquez mantengan su línea de regularidad, que Gordillo demuestre haber superado definitivamente la fuerte depresión psíquica que sufrió a comienzos de temporada, o que Michel y Butragueño vuelvan a hacer negocios juntos en esa particular sociedad que ambos forman dentro del equipo.

Michel se empeñó en realizar una terapia de carácter individual con Butragueño, que anda algo despistado entre visitas al banquillo y vuelta a la actividad comercial como titular. Ambos llegaron a comportarse anoche casi como una pareja de novios. Resultó todo un síntoma que el Buitre, que no ha querido armar ningún escándalo esta semana tras su primera suplencia en el Bernabéu porque opina que ese no es su estilo, descargara toda la adrenalina que llevaba dentro respondiendo con genio a una monumental bronca de Michel por no haberse desmarcado en un envío del centrocampista. Lo habitual es que Emilio baje la cabeza y eluda la discusión con una leve muesca en su rostro. Pero ambos habían protagonizado un diálogo genial en la construcción del primer gol, están condenados a entenderse y Michel se apresuró a regalarle el cuarto gol del equipo ya en el segundo tiempo. Alguien dijo que esa jugada había significado la rápida reconciliación de los Albertos.

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